Noé Ibáñez M.
El presente texto pretende
introducir a los lectores para entender el contexto del conflicto entre
conservadores y liberales, y las principales causas que llevaron a la
intervención francesa en México en la segunda mitad del siglo XIX; poniendo
énfasis en el negocio del banquero suizo, Jean Bautista Jecker y Compañía, para
endeudar al gobierno conservador de Miguel Miramón y que posteriormente, el
presidente Juárez suspendería el pago. Sin embargo, Jecker y el duque de Morny
perpetuaron un plan para convencer a Napoleón III de intervenir, alegando defender los intereses de sus conciudadanos.
Por lo
tanto, es necesario hacer una breve revisión de las condiciones socio-políticas
y económicas del país recién independizado de España, ya que la guerra de independencia
resquebrajó el sistema y a partir de 1821, el nuevo Estado mexicano tuvo que
enfrentarse el enorme reto de construir un Estado-Nación; pero las cosas no fueron fáciles. La lucha
interna entre dos grupos antagónicos (liberales y conservadores) que se
disputaban el poder llevó al país a una crisis más profunda, ahora con enemigos
externos que intervinieron en los asuntos internos en los que salió perdiendo.
Por ejemplo, con la intervención norteamericana, México perdió más de la mitad
de su territorio y se endeudó con Inglaterra, Francia y España.
El panorama social,
político y económico no era nada alentador. Esta situación llevó al Imperio de
Agustín de Iturbide en 1822, autorizara, por primera vez en México, la emisión
de papel moneda, produciendo más de cuatro millones de pesos en tal especie;
pero el experimento resultó un fracaso, dado que la población estaba
acostumbrada al uso cotidiano de monedas, principalmente de plata y desconfiaba
del propio gobierno. Una segunda
reacción del Estado federal a la urgente falta de ingresos fue la de negociar
préstamos externos. Así, en 1824 y 1825, México obtuvo dos empréstitos de
bancos ingleses por más de 6.4 millones de libras esterlinas, que en su momento
cubrieron los gastos militares del Estado mexicano, pero que a largo plazo se
convirtieron en una carga más.
Los créditos que el gobierno
mexicano se vio a la necesidad de buscar, fueron primero con los banqueros y agiotistas[1] locales. Esto ha hecho valer que el período de 1827-1854 en México,
se conozca en la historiografía como la época de los agiotistas, personajes que no eran más que acaudalados individuos
que financiaron el gasto corriente del gobierno a cambio de jugosos réditos y
privilegios especiales. En otras palabras, los agiotistas aprovecharon la
debilidad del Estado mexicano para incrementar su fortuna y poder. Barbara A. Tenenbaum
(1986) los bautizó como “banqueros sin bancos,” y señala que los agiotistas
“proveyeron con fondos a las distintas administraciones, en épocas de crisis
cuando la escasez de recursos era crónica…, administraron los ingresos de los
peajes, repararon y construyeron caminos, controlaron las casas de moneda y el
estanco del tabaco, preservaron el servicio de correos, y llevaron a cabo
numerosas transacciones financieras a nivel interno y con el extranjero. Estas
actividades orillaron a los agiotistas a identificarse con la supervivencia del
gobierno… puede decirse que dejaron un legado que forma parte del sustento
histórico del Estado–nación que hoy sobrevive”.[2]
Ante todo esto, ¿Qué papel
desempeñaron realmente los Bonos Jecker en la trama intervencionista del
Segundo Imperio francés?
En el siguiente texto,
abordaré inicialmente la vida de Jean Baptiste Jecker como un personaje que
involucró a México en conflictos internacionales. Posteriormente, una
descripción sobre los bonos que el Gobierno mexicano firmó con el banquero, la
decisión de Juárez de suspender dichos pagos; las consecuencias que trajo
consigo esta acción, y finalmente, una conclusión que nos permite entender el
contexto y las particulares de la historia de México en la segunda mitad del
siglo XIX.
Jecker,
el banquero suizo
Jean-Baptiste Jecker fue
un banquero y empresario suizo (nacionalizado francés en 1862). Nació en
Porrentruy, Suiza, a pie de la cordillera de Jura que en ese entonces formaba
parte de Francia, el 29 de diciembre de 1812. Un pequeño pueblo dedicado a la
relojería, a la agricultura y a la pequeña ganadería. Jecker era hijo de un
molinero y a temprana edad aprendió varias lenguas y en la práctica, adquirió conocimientos
de finanzas y de minería. En 1831, a la edad de 19 años se trasladó a París
donde trabajó como empleado en el banco Hottinger, uno de los más importantes
creado en 1786.
Louis, hermano mayor de
Jean Baptiste, estudió medicina en París, emigró a México y alcanzó un gran
éxito profesional como oculista y cirujano, lo que le permitió acumular una
gran fortuna y hacer importantes obras de filantropía; de modo que durante las
primeras décadas del México independiente, ya era un médico reconocido y
adinerado. Con motivo de “La Guerra de los Pasteles”, fue expulsado del país y
volvió a reunirse en Europa con su familia; regresó a México alrededor de 1835
acompañado de dos de sus hermanos, Pierre y Jean Baptiste.
Entre 1840 y 1844, Jean
Baptiste Jecker trabajó como dependiente en la casa Montgomery, Nicod y
Compañía MN&C, que representaba los intereses de los prestamistas ingleses
que operaban en México. Era una de las tres principales casas de ese tipo, con
negocios tales como el préstamo de dos millones de pesos otorgado al Gobierno
mexicano en 1840. Ahí aprendió las artes y las artimañas de los contratos
financieros con gobiernos que por estar sujetos a la quiebra e insolvencia
crónicas y a la inestabilidad de las asonadas militares, para sobrevivir
requerían siempre de recursos frescos que se veían obligados a obtener a cualquier
costo.
Era una época en que si
bien el capital comercial y usurario era el único importante en la economía
nacional, los prestamistas tenían en los gobiernos una fuente inagotable de
jugosas utilidades. Los principales prestamistas eran extranjeros, se amparaban
en sus consulados y embajadas, se asociaban con empresarios mexicanos y con
funcionarios públicos, lo que estimulaba la corrupción gubernamental. Los
prestamistas operaban con poco efectivo y muchos pagarés y documentos que luego
compraban muy barato, para obligar después a sus deudores a aceptar su valor
nominal con el señuelo de agregar un poco más de efectivo o de bienes. Así,
cada vez que se renegociaban los créditos, debido a la acumulación de intereses
y su capitalización, las deudas se perpetuaban. De este modo se fueron cediendo
a los agiotistas funciones de administración y recaudación fiscal, acuñación de
moneda, manejo de correos, construcción de caminos e incluso llegaron a
controlar a funcionarios de las aduanas marítimas.[3]
Juan Baptiste Jecker, entre 1859 y 1871. Biblioteca del Congreso de Grabados y Fotografías de División de Washington, DC. EE.UU |
En 1844, MN&C cerró
sus operaciones en México y dejó a Jean Baptiste la responsabilidad de liquidar
sus asuntos pendientes, quien al efecto, constituyó la Casa Jecker, Torre y
Compañía CJT&C, en sociedad con Isidro de la Torre, español gaditano, y con
Felipe Alonso Terán, heredero de un pariente acaudalado. Al parecer, su hermano
médico, Louis, ayudó a Jean Baptiste con el capital inicial de trescientos mil
pesos para comenzar este nuevo negocio antes de regresar a Europa, en donde
murió a mediados del siglo XIX, sin haberse casado y sin dejar descendencia.
La compañía de Jecker se
organizó como casa prestamista y de comercio, dedicada a las importaciones y
exportaciones en los puertos de Veracruz, Tampico y Mazatlán; desde esta última
población influía en las actividades económicas de todo el noroeste mexicano.
Así fue extendiendo sus intereses al algodón, textiles, fierro, plata, carbón
de piedra y hasta armamento y suministros militares a partir de 1846, cuando
participó como fiadora de Joseph Limantour (padre de José Yves) en el contrato
para abastecer de víveres, vestuario, armas y municiones a las tropas que defendían
las Californias de la invasión norteamericana. También destacó como una gran
empresa exportadora de plata de importantes minas, como las de Real del Monte,
Real del Catorce, y Purísima.[4]
Pero su actividad
principal fue la financiera: hipotecas, letras de cambio, pagarés y libranzas,
contratos de avío y demás instrumentos, con tasas de 24% y aún del 48%, cuando
el interés legal era de sólo 6% anual. En materia de créditos gubernamentales,
a partir de 1845, CJT&C realizó préstamos a diversos gobiernos locales
(México, Jalisco, Zacatecas) y nacionales (Arista, Ceballos, Miramón,
Comonfort), sin considerar sus diferentes ideologías y posiciones políticas.
Pero paulatinamente comenzó a perder su aparente neutralidad y tendió a
inclinarse por lo que convenía a los intereses franceses imperialistas. Además,
Jecker logró, siendo suizo, que sus operaciones se clasificaron dentro de la
deuda francesa; se desconoce cómo lo consiguió.[5]
Debido a su creciente
importancia, los negocios usureros de la casa de Jecker y Compañía, levantaron
las críticas de periodistas como Francisco Zarco, por los abusivos gravámenes
que obtenían de las aduanas marítimas debido a sus leoninos contratos con el
gobierno; y de políticos liberales como Mariano Otero, por sus efectos nocivos
en la moral pública.
En 1851, bajo la influencia
de la “fiebre del oro”, la Casa de Jecker y Compañía promovió la constitución
de la Compañía Restauradora de la Mina de Arizona, en la que participaron André
Levasseur, embajador francés, el presidente Mariano Arista y José de Aguilar,
gobernador de Sonora. Después se agregaron al proyecto minero y de colonización
el conde francés Gastón Raousset-Boulbon y Patrice Dillon, cónsul de Francia en
San Francisco, California. Por iniciativa del conde, la expedición que tenía
propósitos mineros y de lucha contra los apaches, devino en incursión
filibustera para apoderarse de Sonora. El conde sólo tuvo en su poder
brevemente Hermosillo y fue derrotado en 1852. Públicamente, los diplomáticos
franceses retiraron su apoyo al conde y Jecker le negó más financiamiento.
CJT&C se vio obligada a pagar los daños ocasionados por el conde, debido a
la reclamación del general Blanco, vencedor de los filibusteros y del señor
Cubillas, nuevo gobernador de Sonora.[6]
En 1853, la Casa Jecker
participó en el intento de Manuel Escandón, agiotista destacado, de fundar un
banco, lo cual no fue aceptado por el presidente Santa Anna, porque sintió que
estaría más a merced de los agiotistas nacionales y extranjeros. Sin embargo,
en enero 1854, Santa Anna y Jecker firmaron un contrato para deslindar en
veinte meses, todas las tierras inactivas de Sonora y Baja California, por un
porcentaje de las tierras deslindadas.[7] Este es un antecedente
importante de lo que serían las compañías deslindadoras durante el porfiriato.
Por su parte, el conde Raousset-Boulbon hizo un segundo intento por fundar un
enclave francés en Sonora, que al fracasar, le costó la vida en agosto de 1854.
CJT&C tampoco fue ajeno por completo a este nuevo acto de filibusterismo.
Quizás debido a estos malos negocios, este mismo año, De la Torre rompió la
sociedad con Jecker y se disolvió CJT&C para dar lugar a la Casa Juan B.
Jecker y Compañía, CJBJ&C.
Retrato del conde Gaston de Raousset-Boulbon. Autor Charles Fenderich, (1805-1887) litógrafo y editor. UC Berkeley, Biblioteca de Bancroft. |
Al triunfo del Plan de Ayutla que
derrocó a Santa Anna, Jecker trató de actualizar el contrato de deslinde en
Sonora y California, así como de obtener otro similar respecto al Istmo de
Tehuantepec, con base en que representaba al inversionista Falconnet, a quien
Santa Anna había concesionado un canal interoceánico. En agosto de 1856, el
gobierno de Comonfort aceptó las propuestas del banquero, se firmó el contrato
por el cual Jecker-Torre y Compañía se comprometían a medir, levantar planos y
deslindar, en un periodo de tres años, las tierras baldías de Sonora y Baja
California, a cambio de la tercera parte de los terrenos que deslindaran. Las
otras dos partes quedarían en posesión del gobierno nacional y, en caso de que
éste vendiera parte de esas tierras, Jecker-Torre y Compañía tendrían la opción
de la compra preferente de un tercio más, a un precio más bajo.
A fin de cumplir su parte
en el convenio, Jecker suscribió un subcontrato con varios capitalistas de San
Francisco. Éstos, a cambio de la mitad de las tierras que Jecker debía recibir
del gobierno mexicano, se obligaron a financiar y dirigir los trabajos. Así, en
marzo de 1858, varios ingenieros, geógrafos, geólogos y dibujantes, dirigidos
por dos ingenieros del ejército de los Estados Unidos, los capitanes Charles P.
Stone y Robert Whiting, iniciaron el reconocimiento de las costas e islas de
Sonora. En cuanto al interior del estado, antes de emprender trabajo alguno,
Stone decidió pedir la autorización del gobernador Ignacio Pesqueira.[8]
Los bonos de Jecker
Jecker, que había llegado
a México con la intención de hacer millones fáciles, no le había ido tan mal en
el inicio de la segunda mitad del siglo XIX. En veinte años había sido capaz de
reunir unos tres millones de libras esterlinas. Con una cantidad tan
considerable, en 1857 Jecker había hecho algunas inversiones y especulaciones
muy embarazosas. Su relación de negocios con el presidente conservador Miguel
Miramón comenzó a tomar forma y vislumbrarse a lo que venía.
En esos años, el país
atravesaba por una profunda crisis. La guerra con Estados Unidos lo dejó en
ruinas. Las arcas de la Iglesia estaban vacías. Miramón necesitaba ayuda
desesperadamente, y se volvió a su aliado Jecker; y entre los dos idearon un
plan que arrastraría tres potencias extranjeras en una conflagración fatal.
No olvidemos que desde
1850, la deuda interior de México estaba representada por un fondo consolidado
de 3 por ciento, había existentes en la tesorería general en enero de 1858,
alrededor de 11,000,000 de bonos de este fondo, destinados para ir haciendo la
conversión de diversos interesados que presentaban los créditos especificados
en la ley de 30 de noviembre de 1850. El 16 de julio de 1858. Don Carlos Peza,
que fungía de Ministro de Hacienda del Gobierno de Miramón, expidió un decreto
que autorizó la emisión de un nuevo fondo de 80.000,000 con réditos de 6 y 12
por ciento unos y sin réditos otros. El objeto esencial de estos bonos era
pagar con parte de ellos una contribución general que de la misma ley
estableció, convertir estos bonos del 3 por ciento y pagar los réditos
vencidos.
Este nuevo tratado entre
Miramón y Jecker, que consta de 13 artículos, se firmó el 29 de octubre de 1859
en la ciudad de México. En sus artículos señala lo siguiente:
Art. 1°. El supremo gobierno hace una emisión de bonos
por valor de quince millones de pesos.
Art. 2°. Se suspende la emisión de igual cantidad de
bonos creados por la ley de 16 de julio últimos (los llamados Bonos de Peza).
Art. 3°. Los bonos
a que se refiere el presente decreto serán admitidos en un 20 por ciento en el
pago de todos los derechos y contribuciones que deba percibir el fisco,
exceptuando el contingente nacional.
Art. 4°. Los mismos bonos ganarán un rédito de 6 por
ciento anual.
Art. 5°. De este rédito, el 3 por ciento lo garantiza por
cinco años la casa de los Sres.]. B. Jecker y Cía., que lo pagará cada seis
meses en los días 1 º, al 30 de junio y del 1 º, al 30 de diciembre, y cuya
firma autorizará los bonos.
Art. 6°. El 3 por ciento de réditos que queda a cargo del
gobierno, representado en cupones, se admitirá en el 20 por ciento de los pagos
que tengan que hacerse al erario, lo mismo que los bonos.
Art. 7°. Los réditos correrán desde la fecha en que se
emita el bono.
Art. 8°. Los actuales tenedores de bonos tienen facultad
de convertir los que ahora poseen por los nuevos pagando un 25 por ciento por
los que creó la ley de 30 de noviembre de 1850 y 28 por ciento por los de la
última emisión.
Art. 9°. Estas cuotas se calcularán sobre el importe de
los bonos, y de sus cupones vencidos hasta el día de la conversión.
Art. 10°. Al efecto, los tenedores presentarán sus bonos
a la Tesorería General que, previa liquidación de los cupones, los amortizará,
y expedirá a los interesados una certificación en que conste la cantidad total
y la clase de bonos que convierten.
Art. 11°. En vista de esta certificación, la casa de los
señores]. B. Jecker y Cía. entregará en bonos de la nueva emisión un valor
igual al amortizado en la Tesorería General, previa la exhibición de la
cantidad que corresponda, según el artículo 8º.
Art. 12°. Por ningún motivo podrá autoridad alguna de la
República suspender los efectos de este decreto respecto a la amortización de
los bonos una vez emitidos, bajo pena de destitución e inhabilidad perpetua
para obtener cargo público.
Art. 13°. Esta pena no impide que se haga efectiva la
responsabilidad pecuniaria por los daños y perjuicios causados a los
interesados, que contrae cualquier funcionario que suspenda o contribuya a
suspender los efectos de este decreto.[9]
Sin embargo, en el fondo,
este préstamo sería para reponer para reponer sus arcas individuales por medio
de la creación de papel sin valor respaldado por una libra handshake 3,000,000 libras esterlinas. Aunque esta cantidad iba a
ser emitido por Jecker, sólo 750,000 se produciría. De esta cantidad, Jecker
recibiría aproximadamente 150.000 libras esterlinas. A medida que el banquero,
Jecker celebraría también las 450.000 libras que se generarían de interés
solamente. Miramón sólo se beneficiaría con 150.000 libras si el acuerdo iba
según lo planeado. Sin embargo, el decreto sufrió modificaciones el 26 y el 30
de enero, así como el 12 de marzo de 1860 para ajustarse a los deseos de
Jecker, quien a cambio de una mínima cantidad de dinero en efectivo ($ 618,927)
y en enseres y vestuario militares, cubrió con papel devaluado de la deuda
anterior (bonos Zuloaga-Peza adquiridos a precios ínfimos) lo principal de su
compromiso, cobró por adelantado su comisión respectiva y trasladó al gobierno
los gastos de la operación. En síntesis: lo que recibió Miramón en efectivo y
especie fue $1,490,428.39, y el total de la emisión fue de $ 15 millones; esto
¡hundió al tesoro mexicano más en la deuda por la compra de aproximadamente
3,72000 libras a 90% de interés!
Por la situación nacional
y la escasa aceptación de estos nuevos bonos en el mercado, el 19 de mayo de
1860, Jecker se declaró en quiebra y suspensión de pagos para proceder a la
liquidación de su empresa. El pánico cundió entre los grandes inversionistas y
pequeños ahorradores que habían confiado su dinero a Jecker, ya que en ese
tiempo no existían en México bancos en donde guardar el dinero. Con la victoria
de los liberales sobre los conservadores, Jecker fue a la ruina porque el
gobierno de Juárez decretó la insubsistencia de los actos y contratos celebrado
por Miramón, de modo que los bonos Jecker ya no fueron aceptados en la
Tesorería General.
Por otra parte, el 18 de
noviembre de 1861, el consejo de ministros de Juárez acordó: "que la
referida casa de los Sres. Juan B. Jecker y Compañía había adquirido derecho a
la tercera parte de los terrenos baldíos de Sonora, Baja California y
Tehuantepec por una concesión condicional que le hizo el Supremo Gobierno y no
por compra, permuta o algún otro título oneroso propiamente tal; que la
condición única que se le puso…de planografiar y deslindar los referidos
terrenos en un tiempo dado no ha sido cumplida...y habiéndose declarado nulo en
27 de febrero de 1861 el contrato que en 4 de agosto de 1859 celebró la casa con
el llamado Gobierno de Miramón, al que tampoco ha dado cumplimiento… declara
que ha caducado la concesión hecha a los Sres. Juan B. Jecker y Compañía en los
terrenos baldíos de Sonora, Baja California y Tehuantepec y que en consecuencia
la referida casa no tiene derecho de propiedad, ni otro alguno en los
expresados terrenos".
En respuesta, Jecker
demandó una indemnización al gobierno mexicano por la cancelación de los contratos
e intentó vender en Francia los derechos para el deslinde de las tierras de
Sonora[10], por 10 millones de
francos.[11]
También propuso a Napoleón III, por intermediación de su cuñado X. Elsesser con
el duque de Morny, medio hermano y ministro de finanzas de Napoleón III, quién
aceptó intervenir. Morny presionó a
Thouvenel, ministro de Negocios Extranjeros, para que incluyera los bonos
Jecker dentro de las reclamaciones francesas e influyó en el nombramiento del
conde de Saligny, como embajador francés en México, para que promoviera el pago
de esos bonos como parte de la deuda francesa.[12] Ya en México, Saligny
negoció el asunto con el secretario de Relaciones Exteriores, Francisco Zarco,
quien ofreció pagar lo que Jecker había entregado realmente a los conservadores
más los intereses respectivos, pero no los 15 millones. Saligny difundió que
había logrado el reconocimiento del total de estos bonos y ante una aclaración
negativa por parte del gobierno mexicano, exigió que se indemnizara a los
tenedores de esos bonos o de lo contrario, se usaría la fuerza del ejército
francés.
En reunión secreta, el
Congreso mexicano rechazó esta pretensión y el 4 de mayo de 1861, Zarco
escribió a Juan Antonio de la Fuente, embajador mexicano en Francia: “El señor
De Saligny nos ha manifestado que su gobierno está resuelto a obligar al de
México al cumplimiento de ese contrato empleando si necesario fuere el apremio
de la fuerza. V. E. hará conocer a ese gobierno lo ruinoso que en sí ha sido ese
contrato para la nación y ventajoso para la casa de Jecker, el origen vicioso
de él por haber sido celebrado con un gobierno que carecía de títulos para ello
y sobre todo su objeto, que además de envolver en sí una falta a los principios
de neutralidad que todo extranjero debe tener en las guerras intestinas de un
país, supuesto que ese contrato se celebró para facilitar recursos a la
reacción, prolongó la lucha y la guerra civil con todas sus consecuencias doble
y quizá más tiempo que lo que debiera haber durado. Con toda prudencia hará V.
E. entender que México en esto no ve más que el abuso de la fuerza y el
disgusto que le causan las amenazas para lograr que sus pretensiones sean
atendidas por el gobierno de México. En este punto advertirá V. E. a ese
gobierno que México no necesita de esos medios que lastiman y son humillantes,
que sobre las cuestiones que se ventilan está siempre porque se discutan y
jamás se rehusará, porque éste y no la fuerza es el medio más propio para
entenderse. Si no obstante las razones que V. E. exponga, México tuviere que
ceder en el negocio lo hará como un acto en beneficio de la paz, mas no porque
reconozca ninguna justicia”.
Juárez
y el intervencionismo francés
En el ultimátum de Saligny
enviado a Juárez, antes de iniciar la guerra en su contra, se exigió también
“la ejecución plena, leal e inmediata” del contrato suscrito entre el gobierno
mexicano y la Casa Jecker. Así, los citados bonos se convirtieron en una de las
“causas” de la intervención del ejército francés en México.
Una vez detenido el avance
de las fuerzas imperialistas en Puebla el 5 de mayo de 1862, el 2 de octubre
siguiente, Juárez decretó la expulsión del país de siete franceses y de Jecker,
quien viajó a Francia, en donde, gracias a sus gestores, se encontró que había
obtenido la nacionalidad francesa desde el 26 de marzo anterior, pese a que
tenía dos décadas de no pisar suelo galo.
Más tarde, al afianzarse
Maximiliano de Habsburgo en el trono de México, Jecker regresó a México
discretamente y negoció con Carlos Eustaquio Corta, asesor del nuevo emperador,
el pago de los bonos con un fuerte descuento y sujeto a un calendario. Obtenido
este arreglo volvió a París. Tras nuevas discusiones con Bonnefonds, se llegó a
reducir la deuda con Jecker a $ 4,552,000 pesos a liquidar en tres pagos
girados sobre París entre octubre de 1865 y febrero de 1866. Para estar en
posibilidades de sufragar el pago se aumentaron 50% los derechos de importación
de mercancías extranjeras que entraran por los puertos mexicanos. El arreglo
causó gran descontento popular en París y contribuyó a aumentar la presión para
el retiro de las tropas francesas que ocupaban México. Finalmente, ante la
inminente caída de Maximiliano, los últimos dos millones de pesos no fueron
pagados a Jecker.
Tras el fusilamiento de
Maximiliano, durante los siguientes tres años, ya en París, Jecker continuó
reclamando a las autoridades francesas el pago no efectuado, e inclusive lanzó
amenazas de publicar información comprometedora para Napoleón III, porque
reveló que un agente del duque de Morny le había propuesto la operación de los
ya famosos bonos a cambio de una participación del 30% de las ganancias. No
tuvo éxito. Tampoco pudo regresar a México para rehacer su fortuna a partir de
una mina de plata que aún poseía en Zacatecas.
Derrocado Napoleón III,
durante la Comuna de París, totalmente arruinado, Jecker trató de obtener un salvoconducto
para salir de la capital francesa, pero el 23 de mayo de 1871 fue detenido por
los comuneros y conducido a la prisión de La Roquette. Tres días después fue
fusilado, según la versión de Martín Reyes Vayssade en la Rue de Puebla,
nombrada así en conmemoración de la toma de esa ciudad por los franceses en
1863 y que hoy es la Rue des Pyrenées: “Qué mejor lugar para fusilarlo que el
arroyo de la calle Puebla, símbolo de las ambiciones colonialistas del odiado
imperio?” Conforme a Victoriano Salado Álvarez (Rocalla de historia) Jecker fue
muerto en la Rue de Chine: “Se colocó Jecker de cara al muro después de hacerlo
que se quitara el abrigo. Él volvió la cabeza y dijo: ‘No me hagáis sufrir’.
Los asesinos tiraron, el infeliz cayó con el rostro al aire, y como respiraba
todavía, le dieron el tiro de gracia. La justicia del pueblo quedaba
satisfecha…Cinco días después llevaban el cadáver al cementerio de Charonne”.[13]
Conclusión
Los bonos de Jecker
formaron parte de un momento histórico coyuntural de México. Por un lado, la
disputa política que prevalecía entre dos grupos antagónicos que buscaban el
poder, debilitó no solo el sistema político sino también el económico y social,
descuidando en gran medida la política exterior de la nación. Esto lo aprovecharon
muy bien personajes externos para enriquecerse de los recursos naturales,
minerales y de jugosas ganancias del tesoro mexicano, hasta dejar al país
prácticamente en quiebra.
Esta situación lo
aprovecharon personajes como el banquero suizo Jecker, que conociendo la
situación del país, confabuló junto al conservador Miramón para vaciar las
“arcas” de la nación para beneficios personales. Al suspendérsele el pago en el
gobierno de Juárez, recurrió a personajes como de Morny, otro personaje de
grandes codicias tras saber el beneficio que obtendría en caso de que Juárez
aceptara pagar la deuda. Por medio de chantajes a Napoleón respecto a Sonora, para
determinar y obstaculizar al gobierno americano de su avance (y era el caso) y
cuando la suspicacia inglesa no detuviese (y era el caso también).[14]
Estas intenciones de un
banquero extranjero en México responden a un caso “normal” de cualquier
agiotista actual. Es decir, la posibilidad de invertir en un país o nación, y
obtener grandes ganancias a costa de lo que sea. En su momento, Justo Sierra definió
"como una especie de cuervo siniestro que apareció en las ruinas de la
reacción y de los imperios". Por su parte, Reyes Vayssade dice que Jecker fue
un personaje cuya biografía muestra que “la época de los agiotistas no ha
cambiado mucho, sólo se ha globalizado”.
Ante esto, podemos decir
que en la actualidad hay acciones políticas y financieras que tienen cierta
tendencia similar a lo ocurrido con los bonos de Jecker. Los grupos de poder o
los gobernantes en turno, buscan atraer inversiones (privadas) del exterior
pero que éstas, buscan obtener el mayor número de beneficios (utilidades
compartidas los llama el gobierno federal). Podemos citar el tema del momento:
la reforma energética. Con la nueva reforma impulsada por el priísta Enrique
Peña Nieto, abre el panorama para el sector privado extranjero de invertir en
Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad. Esto traerá graves
consecuencias no sólo contra un bien nacional, sino contra la economía misma;
una crisis que después quieran convertir en un asunto privado a un asunto público, como lo hicieron con el Fobaproa
creado en 1990 por el gobierno mexicano en conjunto con la totalidad de los
partidos políticos dominantes en aquel entonces, para enfrentar posibles
problemas financieros extraordinarios.
[1] Son aquellas personas que se dedican
a cobrar intereses excesivos sobre los créditos otorgados.
[2] Véase la obra de Barbara A.
Tenenbaum, México en la época de Los
Agiotistas, 1821-1857. FCE, México, 1985, 235 pp.
[3]
Carmona, Doralicia: “Jean-Baptiste Jecker”, en Memoria política de México. Disponible en
http://www.inep.org/Biografias/JEJ10.html
[4]
Ibíd.
[5]
Ibíd.
[6]
Ante los supuestos derechos sobre los terrenos de Sonora y Baja California,
Jecker reclamó grandes extensiones, ya que tiempo atrás había patrocinado la
expedición de Raousset-Boulbon ¾quien
pretendió formar un país independiente en el noroeste de México¾,
y había conseguido del gobierno de Santa Anna, en enero de 1854, un contrato
para deslindar tierras baldías de Sonora en un plazo de veinte meses. Luego,
había propuesto al gobierno de Comonfort que confirmara dicho contrato, que no
se llegó a cumplir factiblemente por el estallido de la revolución de Ayutla.
Véase a Suárez Argüello, Ana Rosa, “Los intereses de Jecker en Sonora”. En
Estudios de Historia Moderna y
Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 9,
1983, p. 21-34.
[7] Además, Jecker explotaba minas en las
serranías que confinan con el actual estado de Guerrero.
[8] Suárez Argüello, Ana Rosa, “Los
intereses de Jecker en Sonora”. En Estudios
de Historia Moderna y Contemporánea de México, op. cit., p. 21-34.
[9]
http://www.inep.org/Textos/3Reforma/1859DMS.html
[10] La intención era el establecimiento
en el norte de México de una colonia de confederados sostenidos por tropas
francesas, belgas y austriacas para contrarrestar la expansión de Estados
Unidos.
[11] Además, Morny obtendría los derechos
sobre las minas de Sonora y Baja California, ricos en oro, plata y minerales
preciosos. Esto motivó más a de Morny, ya que empezaba a ser el consenso común
en toda Europa que el país con problemas de México nunca sería capaz de pagar
totalmente sus deudas. Tener el derecho a las operaciones mineras de México
podría llegar a ser mucho más lucrativo que el dinero adeudado por México.
[12] El 26 de marzo de 1862, Jecker se
había convertido “al vapor” en un ciudadano francés naturalizado, y el gobierno
francés asumió sus bonos en el monto total. Como francés naturalizado, Jecker
no tuvo ninguna dificultad en excitar la corte francesa.
[13] Martín Reyes Vayssade, Jecker, el hombre que quiso vender México.
Editorial Joaquín Mortiz, México, 2005. 404 pp.
[14] Justo Sierra, Juárez: su obra y su tiempo. Editorial del Valle de México, México,
1977. pp. 352-353.
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