viernes, 24 de abril de 2015

Rogelio Ortega, ¿el pacificador?


Noé Ibáñez Martínez

Llegó el día. Hoy se vence el plazo de la licencia que Ángel Aguirre Rivero solicitó al Congreso del Estado a raíz de los hechos violentos en Iguala. Hasta ayer, los que cobran como diputados locales no habían recibido el oficio de notificación sobre si regresa o solicita ampliar su licencia por el resto del mandato que concluye en octubre.
Aunque a mitad de semana, Aguirre había declarado a un medio nacional que no regresaría a gobernar Guerrero, y con ello despejó la incertidumbre para muchos, sobre todo para los que se aferran al poder; particularmente para el actual interino Rogelio Ortega Martínez, ya que con ello, se abre la posibilidad de que el Congreso local lo ratifique.
En una serie de artículos publicados por el mismo Ortega en El Sur, (15 y 23 de abril), expone las razones, en resumen, por las que los diputados deberían considerar su permanencia en el cargo. Para ello recurre al ensayo de Albert Camus, El mito de Sísifo, para describir de forma filosófica la realidad actual de Guerrero.
Particularmente en su segundo artículo “Guerrero: ¿Jano y Sísifo de nuevo?”,  Rogelio Ortega dice que desde que tomó el poder el conflicto social en el estado se ha ido disipando,  y sí es cierto, ya no vemos edificios incendiándose, tampoco la disputa entre manifestantes por el control de las casetas de peaje en la Autopista del Sol, ni el enfrentamiento casi cotidiano entre embozados y antimotines, es más, quedan pocos maestros en el plantón del zócalo capitalino (aunque esto por conflictos-intereses internos de la Coordinadora), y además, de 46 ayuntamientos tomados, quedan solo seis en poder de los maestros.
También dice que gracias a sus llamados de diálogo y concordia, se pudo lograr lo que parecía imposible. Que las zonas turísticas de Guerrero se llenaran de visitantes en diciembre y Semana Santa, que se pudieran efectuar sin contratiempos el Tianguis Turístico, la Convención Bancaria, y eventos deportivos y culturales en Acapulco.
Sobre esta disminución de protestas, Ortega añade, “…alguien pudiera decir que se trata de una derrota de la sociedad movilizada y en esencia no lo es”. Sin embargo, me permito disertar en este punto.
En las últimas dos décadas de la historia de Guerrero, los movimientos socio-políticos han sido esporádicos o de un “solo tema”, es decir, el surgimiento de las protestas (magisteriales, campesinas, obreras y estudiantiles) han tenido un objetivo específico por el cual luchan; y una vez conseguido ese objetivo con el gobierno (generalmente), éstos se disipan.
En este caso, a raíz de los hechos en Iguala, surgió una demanda específica por parte de los padres de los estudiantes desaparecidos, y en solidaridad se sumaron la CETEG y otros grupos sociales, que a su vez, exigen la derogación de la reforma educativa y se oponen a las reformas estructurales del Gobierno federal.
Como vemos, estas protestas tienen un objetivo de ser. Y como escribió Ortega, efectivamente no es una derrota para los grupos movilizados, como tampoco un acierto de su gobierno. Puedo afirmar que es un proceso natural de los movimientos sociales en Guerrero. Su fase de mayor efervescencia concluyó y ahora la lucha de los padres de los normalistas ha tomado la tónica de ser una lucha por la memoria.
El desgaste mismo del movimiento que tuvo como consecuencia una ruptura coyuntural en la CETEG (principal grupo que sostenía la protesta en apoyo a normalistas) a partir del desalojo de los maestros en Acapulco, llegó a su clímax. Ahora lo que sigue es la negociación para disipar por completo la protesta, y eso se ha hecho en otros gobiernos por eso no lo podemos atribuir como un logro del gobernador interino.
El reto ahora son las elecciones a celebrarse el 7 de junio. La “ala radical” de la CETEG continúa con su intención de impedir los comicios, aunque seguramente, a base de negociación como lo han hecho siempre, y con Ortega u otro gobernador, se podrá llegar a un acuerdo con los maestros disidentes.


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OTHÓN SALAZAR