Noé
Ibáñez Martínez
Llegó
el día. Hoy se vence el plazo de la licencia que Ángel Aguirre Rivero solicitó
al Congreso del Estado a raíz de los hechos violentos en Iguala. Hasta ayer, los
que cobran como diputados locales no habían recibido el oficio de notificación
sobre si regresa o solicita ampliar su licencia por el resto del mandato que
concluye en octubre.
Aunque
a mitad de semana, Aguirre había declarado a un medio nacional que no
regresaría a gobernar Guerrero, y con ello despejó la incertidumbre para
muchos, sobre todo para los que se aferran al poder; particularmente para el
actual interino Rogelio Ortega Martínez, ya que con ello, se abre la
posibilidad de que el Congreso local lo ratifique.
En una
serie de artículos publicados por el mismo Ortega en El Sur, (15 y 23 de abril), expone las razones, en resumen, por las
que los diputados deberían considerar su permanencia en el cargo. Para ello recurre
al ensayo de Albert Camus, El mito de
Sísifo, para describir de forma filosófica la realidad actual de Guerrero.
Particularmente
en su segundo artículo “Guerrero: ¿Jano y Sísifo de nuevo?”, Rogelio Ortega dice que desde que tomó el
poder el conflicto social en el estado se ha ido disipando, y sí es cierto, ya no vemos edificios
incendiándose, tampoco la disputa entre manifestantes por el control de las
casetas de peaje en la Autopista del Sol, ni el enfrentamiento casi cotidiano
entre embozados y antimotines, es más, quedan pocos maestros en el plantón del
zócalo capitalino (aunque esto por conflictos-intereses internos de la
Coordinadora), y además, de 46 ayuntamientos tomados, quedan solo seis en poder
de los maestros.
También
dice que gracias a sus llamados de diálogo y concordia, se pudo lograr lo que parecía
imposible. Que las zonas turísticas de Guerrero se llenaran de visitantes en
diciembre y Semana Santa, que se pudieran efectuar sin contratiempos el
Tianguis Turístico, la Convención Bancaria, y eventos deportivos y culturales
en Acapulco.
Sobre
esta disminución de protestas, Ortega añade, “…alguien pudiera decir que se
trata de una derrota de la sociedad movilizada y en esencia no lo es”. Sin
embargo, me permito disertar en este punto.
En las
últimas dos décadas de la historia de Guerrero, los movimientos socio-políticos
han sido esporádicos o de un “solo tema”, es decir, el surgimiento de las
protestas (magisteriales, campesinas, obreras y estudiantiles) han tenido un
objetivo específico por el cual luchan; y una vez conseguido ese objetivo con
el gobierno (generalmente), éstos se disipan.
En
este caso, a raíz de los hechos en Iguala, surgió una demanda específica por
parte de los padres de los estudiantes desaparecidos, y en solidaridad se
sumaron la CETEG y otros grupos sociales, que a su vez, exigen la derogación de
la reforma educativa y se oponen a las reformas estructurales del Gobierno
federal.
Como
vemos, estas protestas tienen un objetivo de ser. Y como escribió Ortega,
efectivamente no es una derrota para los grupos movilizados, como tampoco un
acierto de su gobierno. Puedo afirmar que es un proceso natural de los
movimientos sociales en Guerrero. Su fase de mayor efervescencia concluyó y
ahora la lucha de los padres de los normalistas ha tomado la tónica de ser una
lucha por la memoria.
El desgaste
mismo del movimiento que tuvo como consecuencia una ruptura coyuntural en la
CETEG (principal grupo que sostenía la protesta en apoyo a normalistas) a
partir del desalojo de los maestros en Acapulco, llegó a su clímax. Ahora lo
que sigue es la negociación para disipar por completo la protesta, y eso se ha
hecho en otros gobiernos por eso no lo podemos atribuir como un logro del
gobernador interino.
El
reto ahora son las elecciones a celebrarse el 7 de junio. La “ala radical” de
la CETEG continúa con su intención de impedir los comicios, aunque seguramente,
a base de negociación como lo han hecho siempre, y con Ortega u otro
gobernador, se podrá llegar a un acuerdo con los maestros disidentes.
hist23@gmail.com
@ibanez_marti