viernes, 21 de febrero de 2014

La educación como proceso de formación

Noé Ibáñez Martínez*

El curso de Seminario de Didáctica de la Enseñanza de la Historia que se imparte en la Maestría en Historia Regional de la Universidad Autónoma de Guerrero, fue una experiencia nueva de formación escolar para los estudiantes que participamos en ella. Si bien, entre sus objetivos estaba construir una nueva mirada en relación a la teoría y práctica de la enseñanza de la historia, pero debido al tiempo destinado a ella, solo fue posible analizar y comentar dos autores (Hugo Zemelman y Estela Quintar), quedando pendientes otros y el análisis de temas centrales del curso relacionados directamente con los elementos teóricos, metodológicos y epistémicos de la enseñanza de la historia. No obstante, la relación entre los textos que analizamos y la enseñanza de la historia, no están aislados. De hecho, el paradigma de la enseñanza de la historia, la memorización de nombres de héroes, fechas y lugares, que ha marcado generaciones de estudiantes y han visto a la historia como una materia aburrida y sin importancia, tiene y debe de romperse y buscar que esta asignatura sea dinámica y haga pensar y re-pensar a los jóvenes sobre su pasado y presente.

Los trabajos que realizamos durante el curso: por qué estudio la maestría, la crónica de los primeros días de clases y mi experiencia educativa, han servido para pensar y re-pensar mi proceso formativo en relación con la educación que se imparte en las aulas actualmente y la posible dirección que las políticas oficiales guían la formación de los niños y jóvenes. Además, fue una oportunidad de reflexionar sobre mi papel como estudiante de historia y la función que ésta debe desempeñar en una sociedad cambiante, para tratar de evitar que exista un “desajuste” entre la teoría y la realidad, que cada vez, es más compleja y distante.

Durante el seminario, hablamos y discutimos de varios aspectos de la educación. Desde nuestra experiencia educativa propia hasta del modelo de enseñanza en el país y los parámetros que establece el Estado para la educación de sus ciudadanos. Todo esto relacionado con el análisis y la propuesta de Hugo Zemelman y Estela Quintar, quienes proponen una nueva enseñanza-aprendizaje que rompa con los esquemas y parámetros establecidos. Una educación que recupere el sujeto y lo haga pensar y pensarse en y de su entorno, con “la finalidad de promover una educación emancipadora”.

No es intención de este texto recuperar y explicar la propuesta didáctica de Zemelman y Quintar, tampoco es hacer un análisis pormenorizado de lo que ha sido y es el modelo educativo en México. Pero sí, me parece importante, recuperar lo siguiente: 1) la redefinición de lo que para mí es la educación y el modelo educativo en el que me instruí, haciendo una comparación con el modelo actual, 2) el análisis de una enseñanza-aprendizaje no parametral como alternativa para la formación de niños y jóvenes actualmente, y 3) la importancia de la enseñanza de la historia y el ajuste que debe existir entre lo que hacen en las aulas y lo que sucede fuera de ella.

La educación como proceso de formación

La educación a lo largo del tiempo ha tenido múltiples interpretaciones, según el momento histórico de cada sociedad y el modelo que establece el Estado para la formación de sus ciudadanos. En México, el derecho universal a la educación quedó plasmado en la Constitución Política pero el modelo educativo ha sido cambiante a lo largo de los años, según lo que cada gobierno ha considerado lo correcto y lo idóneo para la educación del país, con la intención, por un lado, de abatir el rezago educativo y el por otro, lograr la educación universal y que ésta sea el principal motor para el desarrollo social, económico, político, científico, tecnológico y cultural.

Sin duda, no existe un único concepto de educación. La multiplicidad y heterogeneidad de definiciones es consecuencia de las interpretaciones, debates y aplicaciones que se le ha dado a lo largo del tiempo y del espacio. Por ello, se ha tenido la necesidad de identificar y clasificar tipos de educación como lo son: la formal, la no formal y la informal. La educación formal es con la que nos formamos en las escuelas, desde preescolar hasta el nivel universitario, basado en un control curricular y sistemas establecidos generalmente por el Estado. La educación no formal, se refiere a cursos, entrenamientos, academias y talleres que no están regidos por un control curricular. Y la educación informal es aquella que recibimos en el ámbito social, en la familia, con el grupo de amigos y toda aquella que nos permite socializar con el resto de las personas.

Desde luego, todo ser humano ha recibido la educación informal, sin embargo, cierto número de personas no accede o no ha accedido a la educación formal o no formal, principalmente por su entorno socioeconómico, por lo que su mundo es reducido, limitándose al aprendizaje empírico y a las experiencias adquiridas a lo largo de su vida, y que en la mayoría de los casos, se especializa en ciertas actividades. Lo contrario le sucede a una persona que accede a la educación formal, principalmente a un nivel medio superior o superior, porque permite que su mundo se expanda y se abra a nuevos conocimientos, aprendizajes y enseñanzas. Sus expectativas sobre la vida y su conciencia sobre su rol social generalmente la tienen clara y definida, a su vez, aseguran un futuro educativo más sólido para sus hijos.

Por todo ello, podemos decir que la educación es un proceso de formación mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar a lo largo de la vida, y que a su vez, definen la personalidad de la persona (moral, ética, conductual, personal, intelectual, cultural y social), es decir, definen la forma de ser y forma de ver el mundo, su pasado, su presente y la proyección de su futuro. Este proceso se da gracias principalmente a dos fenómenos: aprendizaje y enseñanza. Por un lado, el aprendizaje permite al individuo recibir todo tipo de conocimientos a través de sus sentidos sensoriales en su entorno o a través de los medios que llega acceder (principalmente los medios masivos de comunicación). Y por el otro, la enseñanza permite establecer un mecanismo de intercambio de información (conocimientos) con las demás personas establecimiento lo que se conoce como diálogo. El contexto en el que comúnmente se establece el mecanismo enseñanza-aprendizaje es en las aulas, entre el alumno y el profesor; es decir, una educación o formación formal. Aunque también, se da el caso en el entorno familiar o social, es decir, una educación o formación informal.

Ciertamente, las primeras lecciones de aprendizaje las recibe todo ser humano en el seno familiar. Conforme pasa el tiempo y va creciendo el niño, su mundo se amplía poco a poco y su conocimiento también crece y se diversifica, ya que comienza a relacionarse con sus amigos y comparten experiencias, curiosidades, conocimientos, etcétera. Sin embargo, el aprendizaje es heterogéneo ya que depende del entorno familiar y social en el que crece y se educa cada niño. De manera que su aprendizaje es informal hasta que entra en contacto con la escuela.

Al integrarse a un sistema educativo, el niño o la persona adulta[1], su educación o formación se vuelve formal o no formal; ya que esta institución marca un parámetro qué seguir, qué enseñar y qué es lo que el niño o la persona tiene o debe de aprender para continuar con los siguientes grados académicos. Pero no con ello deja de aprender fuera del aula, ya que el aprendizaje informal es continuo, llega de diferentes direcciones y el niño o la persona adulta capta o procesa la información que considera importante, llamativa, esencial o indispensable para su vida.

Como mencionamos anteriormente, la educación o la formación que recibe cada niño es heterogénea y de ella depende en la mayoría de los casos su futuro. Es decir, el aprendizaje del niño depende de cuatro cuestiones internas y externas:

1) Entorno familiar y social. La educación de un niño depende por las condiciones sociales, económicas y culturales del seno familiar (interno) o social (externo). Para acceder a la educación formal, tendrá que tener respaldo, apoyo, guía y participación de los padres de familia en conjunto con la escuela. Si éstos no tienen cierto nivel educativo, cultural o conciencia sobre la importancia de la educación, poco interés tendrán sobre la educación de su hijo. Además, aunada la situación económica, más probable que el niño sea obligado a trabajar y abandonar la educación formal, como sucede en muchos casos principalmente en el estado de Guerrero.[2] Y también, el entorno social en el que vive el niño (delincuencia, violencia social, narcotráfico, etc.), será factor esencial para definir si continúa en la educación formal o la abandona.

2) Tipo de información. Relacionado con el punto anterior, la educación de un niño depende del tipo de información o conocimientos que adquiere, sea ésta formal o informal. Es decir, en la educación formal en donde la escuela ya establece un parámetro de lo que tiene que enseñar, muchas veces ésta tiende a no ser completa, correcta o no es bien aplicada por los maestros. De manera que, puede existir una diferencia entre la enseñanza de una escuela y otra (rural y urbana, por ejemplo).

3) Proceso de información. Un factor fundamental en la educación es la forma en cómo capta o procesa la información (enseñanza) que recibe. Si bien, en la educación informal recibe todo tipo de enseñanzas multidireccionales, y muchas de ellas perjudiciales para su desarrollo, por ello, es importante saber cómo procesa dicha información.

4) Aplicación de conocimientos. Derivado del punto anterior, parte del proceso de educación es la aplicación o materialización de la información o conocimientos adquiridos. Para que de esta forma, se cumpla con el ciclo y se generen nuevos conocimientos.

Todas las personas pasamos y seguimos pasando por el este proceso continuo e inacabado. La educación, el aprendizaje y la enseñanza son partes de la naturaleza del ser humano, como el hecho de comer y dormir. Todos los días aprendemos y enseñamos, sea ésta formal, no formal o informal.

¿De educación parametral a no-parametral?

En los últimos años, hemos escuchado o leído que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha puesto en marcha nuevas estrategias y metodologías de enseñanza-aprendizaje con el objeto de mejorar la calidad de la educación, particularmente en el nivel básico. Esta intención sucede en todos los cambios de gobierno o por lo menos en el discurso. Con ello también se ha buscado disminuir la deserción escolar y lograr la universalidad de la educación. Sin embargo, en el plano real poco se ha avanzado y el discurso oficial continúa siendo el mismo.

En la última década surgió una nueva estrategia pedagógica basada en competencias, es decir, un conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que desarrolla una persona para comprender, transformar y practicar en el mundo en el que vive; la cual retomó la SEP para aplicarla en las escuelas públicas del país, siguiendo un estricto parámetro curricular. En teoría suena excelente, sin embargo, en la práctica, en el desarrollo de conocimientos y habilidades, deja que desear por varios motivos: errónea aplicación e interpretación de las competencias, su evaluación se rige por estándares internacionales las cuales no garantizan el desarrollo pleno de las habilidades y el aprendizaje, dejan a un lado el desarrollo humano, la capacidad de reflexión, el análisis y la concientización del contexto social del educando.

La educación por competencias desde que se implementó cada vez ha ido reforzándose hasta aplicarse en el nivel medio superior, no sólo en las instituciones que dependen de la SEP sino también en instituciones autónomas y privadas. Los docentes en innumerables ocasiones han sido capacitados para aplicar esta estrategia y han tratado de explicar a sus estudiantes el nuevo modelo, asimismo, los materiales didácticos se han adaptado a ello; sin embargo, existe una serie de condiciones que han frenado la correcta aplicación de dicho modelo educativo y por lo tanto, los resultados no han sido los deseables.

Esta práctica educativa parametral no está muy lejos en forma de la educación de hace algunas décadas. En aquella ocasión, a muchos de nosotros nos tocó lo que se conocía como educación o enseñanza tradicionalista, la cual consistía (o por lo menos se daba entender) en que el maestro era quien sabía de los temas y era el único que exponía, enseñaba, transmitía los conocimientos, evaluaba y aprobaba o reprobaba a los estudiantes. Éstos solo se limitaban a escuchar, ver, memorizar, repetir, transcribir y realizar las actividades que el maestro decidía. No obstante, el enfoque por competencias trata de romper con la enseñanza tradicionalista, intentando que el estudiante sea el sujeto de estudio, y no una parte del ciclo educativo como se veía antes. Ahora el profesor ya no es el protagonista sino solo un facilitador, un guía o un intermediario entre el conocimiento y el educando.

A pesar de estos intentos, no se ha podido erradicar por completo la enseñanza tradicionalista en las escuelas públicas. Muchos profesores continúan enseñando de la misma forma aunque con materiales didácticos por competencias. Ante esta situación, los estudiantes tampoco se preocupan por tomar la iniciativa, se “conforman” con lo que el maestro enseña, expone, transmite. Pareciere ser un círculo vicioso que requiere una profunda transformación, ya que se necesita crear el ambiente idóneo para educar, desde la actualización y capacitación del profesor hasta el equipamiento de las aulas con materiales técnicos y pedagógicos necesarios para la enseñanza-aprendizaje.

Afortunada o desafortunadamente, como estudiante no me tocó el modelo educativo por competencias, aunque cuando estaba en el bachillerato (2003-2006) ya escuchaba a mis maestros hablar del nuevo modelo de enseñanza y que tenían que asistir a cursos de actualización y varios de ellos apresurarse para su titulación por la nueva normatividad que venía encima. Aunque durante el tiempo que estuve allí, siguieron enseñando como tradicionalmente lo habían hecho. Como estudiantes, tampoco nos preocupamos por preguntar o investigar de qué se trataba el nuevo modelo, estábamos conformes, a gusto, con lo que nos enseñaban, siguiendo el parámetro que imponía la secretaría de Educación en Guerrero o la SEP.

Debo reconocer que hasta ahora en el Seminario de Didáctica de la Enseñanza de la Historia I, no había escuchado o leído sobre una didáctica no parametral, mucho menos haber leído a Hugo Zemelman o Estela Quintar. A leerlos, comprendí que su propuesta no se aleja mucho de Paulo Freire, a quien ya había leído varios de sus textos. Ambos coinciden en un punto fundamental: que la educación, además de liberadora y concientizadora, su fin principal deber ser la emancipación. Zemelman, Quintar y Freire, proponen una educación profundamente revolucionaria, apartada totalmente de los parámetros oficiales que impone el Estado. Esta propuesta no parametral que busca recuperar el sujeto histórico para crear conciencia de su entorno, difícilmente podrá ser aplicada en las escuelas públicas controladas por la SEP, salvo algunos casos autónomos como el Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional de los Altos de Chiapas (CGSERAZLN),[3] algunas escuelas autónomas en Michoacán y la Escuela Altamiranista Guerrerense.[4] Estas voces y acciones locales y regionales nacen precisamente como una forma de resistencia ante el avance del modelo neoliberal que sepulta lenguas, tradiciones, costumbres y culturas de los pueblos originarios, quienes además rechazan la imposición de una educación oficial centralizada y luchan por recuperar una enseñanza multicultural y preservar lo que es suyo.

La propuesta de la didáctica no parametral de Zemelman y Quintar, que surgió como consecuencia de una serie de condiciones sociopolíticas que vivieron a mediados de los años sesenta, en sus natales Chile y Argentina, respectivamente; fue que pudieron desarrollar, inicialmente Quintar pero basada en el pensamiento teórico de Zemelman, la propuesta de enseñanza no parametral. En ella propone que el sujeto recupere su memoria histórica, que se dé cuenta o que nos demos cuenta, juntos, lo que nos pasa y por qué nos pasa, subjetiva y colectivamente hablando, esto nos llevará a proponer alternativas de transformación de la realidad, desde la educación preescolar hasta el posgrado. Además, propone una enseñanza menos rígida, que haga al sujeto un ser pensante de sí mismo y de su entorno, que reflexione, que cuestione, que critique, que proponga, que recupere su palabra. Un sujeto con conciencia histórica y social. Es decir, educar y educarse desde el contexto en el que vive el estudiante, es ayudar a comprender e interpretar su mundo y su realidad, para transformarlo de una manera consciente.

Ahora, ¿es posible transitar de una educación parametral a una educación no parametral? Sí, pero el sistema educativo mexicano no lo permitiría. Salvo a costa de una rebeldía como las escuelas zapatistas o la altamiranista que mencionamos anteriormente. Además, el mismo modelo educativo y económico nacional está controlado por grandes organismo internacionales, quienes a su vez establecen los parámetros y guían la educación hacia otros horizontes. Lo más factible en estos momentos, es que los docentes recuperen o retomen lo esencial, lo básico, lo importante de cada propuesta educativa para aplicarla en las aulas.

También es importante reconocer (luego de la aprobación de la reforma educativa) que el cambio en la educación no vendrá de una gran reforma nacional, sino por el esfuerzo del hogar, el aula, la escuela, la comunidad; los padres de familia, los maestros, los educandos. Por ello, es esencial recupere la participación de los padres de familia en la educación de sus hijos, ya que en estos momentos se encuentran divorciados con la escuela y dejan la “carga” a los profesores.

La enseñanza de la historia y el “ajuste” entre teoría y realidad

Bien, si enseñar y enseñarse es una tarea complicada para cualquier nivel o grado escolar, creo, es más complicada la enseñanza de las ciencias sociales y particularmente la historia para cualquier nivel educativo. Es común escuchar a los jóvenes que nos les gusta la historia, que es aburrida, que no tiene importancia; pero la cuestión no es que la materia sea aburrida, sino la forma en cómo y desde dónde se les enseña, y cómo y desde dónde tienen que interpretarla los alumnos.

En la experiencia personal, reconozco que los profesores de historia que tuve tanto en la secundaria como en el bachillerato, carecían de una propuesta o metodología de enseñanza de la historia, solo se limitaban a explicar algunos aspectos de la historia o dictaban apuntes de lo que consideraban más importante. Lo cual, desde luego, aburría o nos restaba interés. Asimismo en las evaluaciones, nos obligaban, casi, de aprender nombres, fechas y acontecimientos importantes de la historia. Por ejemplo en los exámenes que eran de opciones múltiples, venían preguntas como:

1.- ¿En qué año inició la Revolución Mexicana?
a) 1810              b) 1917                   c) 1910               d) 1920

Estas preguntas no nos ayudaban a pensar y reflexionar sobre la historia, nuestro presente, mucho menos sobre un probable futuro. Eran preguntas con respuestas concretas, cerradas e incluso, sin sentido. De esta forma era (y sigue siendo) la enseñanza de la historia en secundarias y bachilleratos, a pesar de innumerables cursos de actualización a profesores bajo el modelo educativo por competencias que ya se implementa en casi todas las escuelas. Por lo que, a base de la propuesta metodológica de Quintar, es posible recuperar y proponer nuevas alternativas y dinámicas para la enseñanza de la historia y otras ciencias sociales. Es posible que a través de ellas, se recupere el sujeto histórico y a su vez, la conciencia sobre lo que acontece en el entorno social y familiar.

Ante esto, tiene razón Zemelman al preocuparse del distanciamiento que existe no sólo entre las ciencias sociales y la realidad social sino las universidades públicas mismas y la sociedad actual. Él lo llama un “desajuste” entre la teoría y la realidad. Ya que mientras los estudiantes aprendemos conceptos, teorías, leemos autores y consultamos bibliografías en las aulas y bibliotecas; la realidad fuera del aula se encuentra muy avanzada. Por ejemplo, mientras en las aulas de UAFyL se enseña la historia contemporánea la cual se encierra en los acontecimientos de los años 60 y 70, y de ella los alumnos cimientan sus investigaciones y lecturas, pocas veces relacionamos esa historia con los hechos y acontecimientos actuales. Entendemos ese pasado como si fuera un acontecimiento aislado sin consecuencias en la actualidad y quizás, nuestra idea es que los acontecimientos que suceden actualmente, tocarán estudiarse dentro de 15 o 20 años.

Es esta la preocupación que comparto con Zemelman, particularmente la UAFyL debe ser pionera en formar a estudiantes pensadores, críticos y con propuesta social para la realidad que se esté viviendo. Pero no es así, son pocos los que sobresalen y alzan la voz para manifestar, cuestionar, criticar, indagar y analizarla el pasado y realidad del presente. Pareciera ser que la UAFyL es una institución más como cualquier otra escuela técnica o institución que forma estudiantes de ciencias naturales o exactas.

Por ejemplo, muchos compañeros que tuve en la licenciatura y otros que cursan actualmente alguna carrera de las cuatro modalidades que ofrece, están ahí porque no tuvieron oportunidad de entrar en alguna otra carrera de la Universidad; y Filosofía y Letras fue su última opción. ¿Por qué? —Porque son carreras muy fáciles, lo único que tienes que hacer es leer y hacer algunos trabajos y los maestros te pasan con diez, te la llevas relajado y sin preocupación. Al concluir, consigues un trabajo de maestro y ya—. Son los argumentos que exponen al cuestionarles sobre su estancia en esta institución. Hace falta compromiso y conciencia histórico-social, no solo de los estudiantes sino también de los docentes y la escuela. Habría que enseñarles que recuperen su voz, su palabra, tal como trabajamos en el Seminario, que desde luego, fue una gran y provechosa experiencia. Además, habrá que crear medios que difundan los trabajos de investigación, no solo de los catedráticos sino de los estudiantes, para que vayan practicando el oficio de historiador.


* Maestría en Historia Regional. UAFyL-UAG. Trabajo final que se presenta en el Seminario de Didáctica de la Enseñanza de la Historia I, que coordina el Mtro. Joel Iturio Nava. Chilpancingo de los Bravo, Gro., a 20 de diciembre de 2013.

[1] Aplica para las personas jóvenes y adultas mayores de 15 años que no tuvieron acceso o no tuvieron la oportunidad de asistir a una escuela para formarse de acuerdo a los planes que marca el sistema educativo nacional, pero que posteriormente, gracias a los programas educativos para adultos, principalmente el INEA, se reintegran al sistema escolar para cursar los niveles de alfabetización, primaria y secundaria.
[2] Un ejemplo claro es mi experiencia educativa personal que expuse anteriormente en otro trabajo, la cual puede identificarse con muchos otros casos, tanto de mi generación como actualmente en la región de La Montaña y otras zonas marginadas.
[3] Para un mayor acercamiento a las escuelas zapatistas, ver a Baronnet, Bruno. Autonomía y Educación Indígena: Las escuelas zapatistas de las cañadas de la Selva Lacandona de Chiapas, México. Tesis doctoral. Disponible en: http://www.cedoz.org/site/pdf/cedoz_886.pdf
[4] Véase: Chávez, Adazahira, Escuela Guerrerense Altamiranista, una alternativa para la educación amenazada. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2013/10/12/oja-escuela.html

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OTHÓN SALAZAR