Noé Ibáñez Martínez
Hoy, se conmemora el 75 aniversario de la expropiación petrolera y la historia oficial nos recuerda que la firme decisión de un hombre — el presidente Lázaro Cárdenas— llevó a la nacionalización de este sector energético. Sin embargo, algunos estudios demuestran que existieron una serie de factores que llevaron al presidente tomar esta decisión. Veamos.
Durante
el régimen del general Díaz se aplicó una política de puertas abiertas a la
penetración del capital imperialista. Con estas medidas pronto se establecieron
en nuestro país, filiales de los grandes consorcios financieros
transnacionales. En la práctica, las compañías petroleras funcionaban como un
Estado dentro de otro Estado.
Las
organizaciones sindicales fueron beneficiados con la política laboral que
propugnó el gobierno cardenista, constituyendo así el 20 de agosto de 1935, el
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), el cual
se encargaría de organizar las luchas reivindicativas de los obreros en contra de
los abusos y arbitrariedades que llevaban a cabo las compañías extranjeras.
El
20 de julio de 1936, se reunió en la ciudad de México la primera Asamblea
Nacional del STPRM, en donde redactaron el primer contrato colectivo de trabajo
que fue presentado a las empresas, y entre las principales demandas estaban:
aumento de salario y pago especial por labores peligrosas, remuneración doble
por horas extras de trabajo, incremento de vacaciones, servicios médicos, entre
otros puntos.
Estas
demandas fueron rechazadas enérgicamente por los representantes de las
compañías petroleras, argumentando que no tenían capacidad económica para cubrir
las peticiones del STPRM; surgiendo así un conflicto que llevaría a una huelga
generalizada el 28 de mayo de 1937 y la intervención de la Junta Federal de
Conciliación y Arbitraje. Una serie de confrontaciones entre las empresas y el
STPRM abrirían también el papel de participación arbitral del gobierno
cardenista.
Aunque
la huelga había sido levantada y los trabajadores regresaron a sus labores, se
nombró una comisión que redactaría un informe final sobre la situación cuya
conclusión sería que las empresas trasnacionales estaban en condición para
acceder a las demandas de los trabajadores, hasta por una suma anual de 26
millones de pesos. La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje dictó
finalmente el 18 de diciembre de 1937 un laudo favorable al STPRM.
Por
su parte, las Compañías declararon que no podían acatar la resolución y
recurrieron a la Suprema Corte de Justicia con la finalidad de obtener un
amparo federal. La SCJ se negó al amparo y confirmó la laudo emitido por la
JFCA. Las Compañías no aceptaron el fallo y se declararon en franca actitud de
rebeldía al gobierno, a pesar de las intenciones de Cárdenas de mediar entre
ambas partes.
Trabajadores
acudieron el 16 de marzo a la JFCA con la finalidad de solicitar la cancelación
de los contratos colectivos de trabajo, la cual fue aprobada, por lo que no
existiendo ningún impedimento laboral, el sindicato acordó suspender las
actividades laborales el 18 de marzo.
El
presidente Cárdenas aceptó el reto que hacían a su institucionalidad los
consorcios transnacionales y ese mismo día emitió un mensaje a la nación: “expropiados,
por causa de utilidad pública y a favor de la Nación, la maquinaria,
instalaciones, edificios, oleoductos, refinerías, vías de comunicación y todos
los demás bienes de las compañías: Mexicana de Petróleo, El Águila, S.A.,
Naviera de San Cristóbal, S.A., Huasteca Petroleum Corporation; Stanford and
Company , S. en C.; entre otras.
El
conflicto laboral había amenazado el interés nacional tanto en su aspecto
económico como en el político; la decisión del gobierno fue tomada, sobre todo,
porque no podía permitir que la actitud de las transnacionales socavara la
soberanía del Estado sobre los recursos de la Nación que la pequeña y gran
burguesía se empeñaban en consolidar desde el punto de vista capitalista.
El
18 de marzo de 1938 representa el punto más alto del ascenso de las luchas
proletariadas. La expropiación y nacionalización petrolera no se hubiera
efectuado sin la combativa participación de la clase obrera mexicana. Es decir,
un conjunto de factores que posibilitaron la expropiación y no la voluntad de
un solo hombre como lo enseña la historia oficial.
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