sábado, 18 de mayo de 2013

Valerio Trujano: el héroe olvidado

Hace algunos años comencé un bosquejo histórico sobre algunos datos biográficos de uno de los primeros iniciadores de la lucha por la Independencia en el actual territorio guerrerense; ya que a pesar de su importante participación, la historia oficial de México poco habla y reconoce su labor; relacionándolo apenas con el Sitio de Huajuapan. Por ello, en el marco de su 246 aniversario de natalicio, presento a continuación brevemente la  biografía de Valerio Trujano.

Durante la Colonia, la mayor parte de los pueblos del actual estado de Guerrero estaban sumidos en la miseria, bajo el control del virreinato y de la Iglesia; que fueron los principales explotadores. Tepecoacuilco a finales del siglo XVIII, se había convertido en una de las ciudades más importantes en el Sur, ya que era lugar de paso de las recuas que iban del puerto de Acapulco hacia las ciudades de México y Puebla, cargaban mercancías que desembarcadas en el puerto, éstas venían desde China, Manila y Filipinas. Las calles de Tepecoacuilco eran amplias y empedradas donde transitaban montados en cabalgaduras, los habitantes veían pasar las caravanas bien escoltadas, a diario arribaban numerosas recuas a veces hasta cien mulas; por esto tuvieron la necesidad de construir casonas destinadas a mesones donde albergaran los caminantes. Cercano a este ambiente nació Valerio Trujano, en el rancho del Cerrito de las Cabras, el 19 de mayo de 1767; su nombre original era Valeriano Antonio, según aparece en su acta de bautizo, pero lo cambió por el de Valerio y el apellido Trujano se lo pusieron sus colegas arrieros en honor a José María Trujano, uno de los arrieros más famosos de la región, también originario de Tepecoacuilco. Los padres de Valerio fueron don Manuel Salvador y doña Ana María, indios tributarios y labradores. Fue su padrino don Ignacio Hugo de Omerik, un cura propio del lugar, quien lo registró como indio serrito.

De su niñez se conoce muy poco. Su padre trabajaba en el campo y regularmente lo llevaba con él. Quizás no asistió a la escuela, pero a pesar de eso, Valerio adquirió algunos conocimientos básicos como leer, escribir y hacer algunas operaciones aritméticas. Debido a la condición de pobreza de sus padres, Valerio vio a la necesidad de trabajar y empezó duro con los trabajos de campo y en la etapa de adolescencia comenzó a relacionarse con las recuas y la arriería, una de las actividades más comunes de la época. En su juventud y a la edad de casarse, contrajo matrimonio con Ana María Botello, de quien enviudó; celebró sus segundas nupcias con María de Luz Molina.

Valerio Trujano ya todo un hombre, sus características físicas eran;  moreno oscuro, tenía el pelo crespo, bajo de estatura, y a pesar de una mirada dulce, siempre actuaba con especial firmeza. Según las descripciones de don José María Luis Mora en su obra México y sus revoluciones, refiriéndose a Trujano: “era honrado y probo, y estas virtudes armonizan con él en una devoción sincera que no se oponía, sin embargo, a sus deberes de soldado, de modo que jamás fue sorprendido por el enemigo ni se advirtió en él la menor falta militar”.

Su oficio de arriero le permitió viajar a muchos lugares, adquirió en propiedad una numerosa recua que lo sustentaba, y hacía viajes desde Oaxaca y el sur de Guatemala y la costa del Norte, cargando cochinilla y cacao o conduciendo ganado. De la misma manera, iba al puerto de Acapulco por mercancías traídas por la Nao de China y el Galeón de Filipinas. Pasaba por Chilpancingo rumbo a Tepecoacuilco, donde se reunían los arrieros, ya que era el centro mercantil más importante en el sur. A su hostal llegaban recuas que venían de la costa, algunas propiedad de Juan Pedro Guerrero, y que traían como cabeza de camino al joven Vicente Guerrero Saldaña; también llegaban ahí las caravanas con productos de la costa que encabezaba don Hermenegildo Galeana acompañado de sus hermanos; alguna vez, una de esas travesías trasladó a un niño llamado Juan Álvarez Hurtado, que iba a realizar estudios en la ciudad de México, y que aprovechando el viaje de los Galeana era enviado por su padre Antonio Álvarez.

Gracias a este oficio, Trujano se enteró de muchas noticias, de precios, de política, de la variedad de telas, de tapices, de vinos, de especias, etcétera; que eran los productos más comercializados. Por otra parte, estos viajes le proporcionaron un conocimiento exacto de la topografía de la región sur del territorio nacional y que le serviría posteriormente al unirse a ejército insurgente para combatir.

Durante sus constantes viajes conoció a Morelos cuando éste era también arriero y lo estimó y respetó cuando ya fue sacerdote; muchas veces Valerio se desvió de su camino para visitar a su amigo en Nocupétaro y en algunas de aquellas ocasiones, Morelos le platicaba sobre las conspiraciones para realizar la independencia. Por 1788, Tepecoacuilco se aprestaba para las celebraciones llenas de alegrías de la Navidad. Valerio Trujano esperaba la visita de viejos amigos, uno a uno fueron llegando, además de Trujano, se encontraban, José María Morelos, Ignacio Ayala, Julián de Ávila, Hermenegildo Galeana, el joven Juan Álvarez y don Antonio Gómez. En esta reunión se habló de la independencia de las trece colonias norteamericanas y el deseo de lograr el mismo objetivo en Nueva España.

En vísperas del inicio de la lucha por la independencia, los albores y las conspiraciones se han ido suscitando, la primera de ella en Valladolid (hoy Morelia, Michoacán), San Miguel el Grande y posteriormente la de Querétaro, siendo esta última la de mayor trascendencia; tuvieron contactos con algunos personajes en el actual estado de Guerrero, que se reunían precisamente en Tepecoacuilco, estaban en contactos con la Junta de Querétaro, entre ellos estaba el Gobernador de los Indios del pueblo, a quién a su vez tenía al tanto de los acontecimientos a los gobernadores de los Indios de Iguala, Huitzuco y Mayanatlán. Al conocerse el grito en Dolores en 1810, inmediatamente se levantaron en armas, los también tepecoacuilquenses Rafael, Ignacio y Juan Orduña, quienes inmediatamente reunieron tropas de alrededor de mil hombres, mal armados y entrenados. Al poco tiempo de este alzamiento, los hermanos Orduña fueron derrotados y asesinados.

Valerio Trujano al saber la noticia de la comisión de Hidalgo a su amigo Morelos para insurreccionar el sur, comprendió que había llegado la hora de combatir, llegó el momento en poner en practica sus ideales libertarias; así que saldó todas sus cuentas y deudas con los dueños de las recuas; reunió algunos ahorros y vendió todas sus propiedades con el fin de comprar armas.

Logró reunir unos diecisiete hombres con los que partió a la lucha a mediados de 1811 y en diciembre ya era un hombre respetado y conocido en la comarca. Logró obtener dieciséis triunfos consecutivos sobre los realistas y fue haciéndose de armas, municiones, víveres y dinero; sin contar algunos prisioneros que se resolvieron a militar por él y le sirvieron muy bien en lo sucesivo. Uno de sus primeros triunfos importantes fue sobre el realista Almanza que caminaba de Veracruz a Oaxaca, Valerio lo alcanzó y al derrotarlo se hizo de cien fusiles que le fueron de mucha utilidad.

En septiembre de 1811 se incorporó propiamente al ejército insurgente, en Tlapa se presentó ante Morelos para ofrecerle sus servicios, éste lo envió a ocupar el pueblo de Silacayoapan, cuya misión desempeñó con éxito. Posteriormente, unido a don Miguel Bravo, lo mandaron a Oaxaca donde encontró a Francisco Paris en Tecamaxtla en 29 de enero de 1812, aunque lo atacaron por dos puntos a la vez, se vieron obligados a retirarse, perdiendo el único cañón que llevaban; pero no abandonaron la región, se dirigieron hacia Yanhuitlán donde se encontraba José Régules Villasante.

Miguel Bravo, Valerio Trujano y Julián de Ávila, atacaron fuertemente a Régules, éste se fortificó en la iglesia y el curato del pueblo, supo defenderse en  un gran pequeño recinto gracias a su solidez de esos edificios; en el ataque inicial capturaron veinticinco realistas. Régules reorganizó un contraataque enviando sucesivamente cargas, consiguiendo desorganizar a los valientes atacantes, a quienes al fin logró expulsar del pueblo, haciendo cuarenta prisioneros, entre ellos al Gobernador y al Alcalde de los Indios, que fueron fusilados inmediatamente.

Retirados los insurgentes, Régules salió en persecución de ellos y al conocer la noticia que los insurgentes se estaban organizando de nuevo para atacarlo, se volvió a refugiar en el pueblo. Los insurgentes atacaron con gran fuerza la plaza del pueblo mientras Régules se encontraba atrincherado, por su parte, Morelos concentraba fuerzas para enfrentarse a Calleja y llamó en su auxilio a los Bravo, dejando a Valerio como el único jefe insurgente en la Mixteca.

El 15 de marzo se suspendió el fuego y los insurgentes se retiraron ante el asombro de los realistas quienes tuvieron miedo de perseguirlos por temor a una celada. Régules antes de salir del pueblo, donde fusiló a varios, mandó a cortar las orejas a veinticinco indios que hizo poner debajo de la horca, teniéndolos a la expectación pública durante todo el día.

Valerio Trujano marchó solo a Cuicatlán, donde atacó y derrotó a don Manuel Güenduláin, que era rico mayorazgo de Oaxaca y que había armado a todos los trabajadores de sus haciendas; éste y muchos de sus sirvientes quedaron muertos en la acción y Trujano se apoderó de todas sus armas. El 5 de abril de 1812, se sitúo en Huajuapam, capital de la Mixteca, sabiendo que las fuerzas de Régules, Caldelas y Bonavía iban a atacarlo.

Trujano se fortifica rápidamente esperando el ataque en cualquier momento, aprovechando la gran cantidad de personas que encontraban en la plaza por ser día domingo y que acudían al tianguis, no dejó salir a ninguno y todos los incorporó a su ejército sumando un total de seiscientos hombres. Mientras que el ejército realista alcanzaba un total de mil quinientos hombres, distribuidos en los siguientes cuerpos: Batallón de Negros, con su comandante Juan Antonio Caldelas; Fuerzas eclesiásticas, al mando del canónigo lectoral de Oaxaca, don José de San Martín; Batallón de Artesanos; Cuerpos Levantados, con Esperón como comandante; Regimiento de Castilla, que procedía de Campeche y que venía al mando del teniente coronel don Luis Ortiz de Zárate; Batallones de Infantería de Oaxaca, al mando directo de Régules y Villasante y; la Sección de Artillería.

Antes de cerrar el sitio, Régules intentó incendiar la población, con la intención de obligar al jefe insurgente a evacuar la plaza, lo que fue evitado por Trujano lanzando sucesivas cargas de caballería contra los incendios, habiendo consumido el fuego sólo algunas chozas de la orilla de la población. Ante aquel fracaso, el comandante realista se decidió por sitiarse alrededor del pueblo; el propio Régules, al frente de su división se sitúo en una prominencia, procurando tener a tiro de cañón los bastiones insurgentes y cubriendo todo el flanco oriente. Caldelas, tomó posesión de el Calvario, desde podía ejercer un perfecto dominio de la plaza. A don Gabriel Esperón, le correspondió cerrar el cerco por el poniente, mientras el ataque por el sur estaba bajo la responsabilidad de don Juan de la Vega.

Como en toda su vida como soldado, Valerio Trujano no fue sorprendido por los realistas, se atrincheró muy bien en la plaza. Y como no había cañones, Valerio ordenó que se distribuyeran los canales de desagüe de las azoteas, en los puntos estratégicos del sitio, que se cargaran de pólvora y se dispararan, simulando con aquello el fogonazo de la culebrinas, al mismo tiempo que se hacía estallar un poderoso petardo, todo con objeto de hacer creer al enemigo que la defensa de la plaza estaba bien artillada. Sin embargo, urgía contar con piezas de artillería y Valerio mandó bajar y fundir las campanas de la parroquia, se hicieron tres cañones, los cuales cargaron con balas ocupando piedras del arroyo o con las mismas granadas realistas que no estallaban.

La artillería empezaba a escasear, al igual que los víveres, pero Trujano supo administrar muy bien los alimentos, comenzó a almacenar víveres, para lo cual le sirvió mucho una cantidad considerable de carne de chivo. Cada mañana hacía distribución entre los vecinos y soldados, de manera equitativa. También estableció una buena disciplina entre sus hombres y los días libres de combate, se dedicaban a la oración.

Los ataques fueron frecuentes y en todos ellos quedó rechazado Régules; pero a pesar de esto, Trujano necesitaba auxilio y por medio de un indio llamado Noyóo, consiguió hacer llegar una carta al coronel Sánchez y al padre Tapia que se encontraban en Tlapa. Éstos salieron al auxilio con numerosa gente, abundantes víveres y nueve cañones, pero al acercarse a la plaza el 17 de mayo, fueron emboscados por Caldelas, Sánchez y Tapia lograron huir pero perdieron la artillería y los víveres.

A Trujano no le quedó otra esperanza que pedir auxilio a Morelos que se encontraba en Chilapa, éste recibió el aviso e inmediatamente reunió una división de mil ochocientos hombres mal armados y destacó a don Miguel Bravo para que unido a Sánchez y a Tapia concurriesen al ataque, pero nuevamente fueron derrotados por Caldelas. No quedó más que Morelos emprendiese el ataque.

Para el 13 de julio de 1812, Morelos llega al sitio y ataca con todos sus hombres y hacen que Régules se salga huyendo y Caldelas muere en el combate. Los insurgentes obtuvieron un gran motín: doce cañones, miles de municiones, más de dos mil fusiles y como doscientos prisioneros realistas. Morelos organiza el Batallón San Lorenzo y asciende a Trujano como Coronel.

Posteriormente, Trujano se apoderó de Yanhuitlán y acabó por dispersar a los realistas. Morelos y sus hombres se marcharon hacia Tehuacán y Trujano permaneció unos días en el Cuartel General haciendo expediciones cortas, pues tenía al cargo impedir que los realistas de Puebla se proveyesen de víveres en las haciendas rumbo a Tepeaca y demás.

Llegó al Rancho la Virgen el 4 de octubre perseguido por el realista Saturnino Samaniego. Para el 7, éste alcanzó a Trujano y comenzó una batalla entre cien hombres de Trujano contra cuatrocientos del realista. Resistió en todo el día hasta que Samaniego incendió la casa y lo obligó a salir; consiguió ponerse a salvo pero regresó a salvar a su hijo que se había quedado atrapado en la casa, pero en su intento fue acribillado a balazos cayendo muerto, su hijo también perdió la vida, Galeana llegó como auxilio después cuando ya todo había terminado. Llevaron el cuerpo de Trujano a Tehuacán y junto con otros importantes compañeros que también cayeron en la batalla. Morelos le rindió homenaje recordándolo como un gran héroe.

En 1891, durante el gobierno de Porfirio Díaz, en el Palacio Municipal de Huajuapan se puso un Portal a nombre de Valerio de Trujano, en honor al héroe de la independencia. De sus restos aún no se sabe con exactitud dónde se encuentran, muchos creen que se quedaron en Tehuacán, Puebla, y otros, que los restos fueron llevados a Oaxaca.


Bibliografía:

Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mejicana: comenzada en 15 de setiembre de 1810 por el Ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, cura del pueblo de Dolores en el obispado de Michoacán, Volumen 3.
Herminio Chávez Guerrero, Valerio Trujano: el insurgente olvidado, héroe de los ciento once días. Editorial F. Trillas, México, 1961. 172 pp.
José María Luis Mora, Méjico y sus revoluciones, Volumen 4, Ediciones EUFESA, México, 1982.
Lucas Alamán, Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente. M. Lara, México, 1850.
Oscar Botello Mier, Las mil estrategias de Valerio Trujano. México, Trillas, 1992, 16 pp.
Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, Volumen 3. G. S. López, México, 1940.

2 comentarios:

  1. No existe ninguna persona en la época colonial con el apellido Trujano en Tepecoacuilco. Hay muchos niños (al menos 10) Valerios o Valerianos nacidos en el rango de edad del insurgente pero ninguno se puede asegurar que sea él. Se puede uno imaginar, fantasear, conjeturar, pero históricamente y basaándonos en evidencias no se puede asegurar. Se entiende el deseo de tener un héroe local, pero la verdad siempre se debe (o se debería ) probar con hechos, no con imaginaciones.

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  2. No existe ninguna persona en la época colonial con el apellido Trujano en Tepecoacuilco. Hay muchos niños (al menos 10) Valerios o Valerianos nacidos en el rango de edad del insurgente pero ninguno se puede asegurar que sea él. Se puede uno imaginar, fantasear, conjeturar, pero históricamente y basaándonos en evidencias no se puede asegurar. Se entiende el deseo de tener un héroe local, pero la verdad siempre se debe (o se debería ) probar con hechos, no con imaginaciones.

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OTHÓN SALAZAR