Hace
algunos años comencé un bosquejo histórico sobre algunos datos biográficos de
uno de los primeros iniciadores de la lucha por la Independencia en el actual territorio
guerrerense; ya que a pesar de su importante participación, la historia oficial
de México poco habla y reconoce su labor; relacionándolo apenas con el Sitio de
Huajuapan. Por ello, en el marco de su 246 aniversario de natalicio, presento a
continuación brevemente la biografía de
Valerio Trujano.
Durante
la Colonia, la mayor parte de los pueblos del actual estado de Guerrero estaban
sumidos en la miseria, bajo el control del virreinato y de la Iglesia; que
fueron los principales explotadores. Tepecoacuilco a finales del siglo XVIII,
se había convertido en una de las ciudades más importantes en el Sur, ya que
era lugar de paso de las recuas que iban del puerto de Acapulco hacia las ciudades
de México y Puebla, cargaban mercancías que desembarcadas en el puerto, éstas
venían desde China, Manila y Filipinas. Las calles de Tepecoacuilco eran
amplias y empedradas donde transitaban montados en cabalgaduras, los habitantes
veían pasar las caravanas bien escoltadas, a diario arribaban numerosas recuas
a veces hasta cien mulas; por esto tuvieron la necesidad de construir casonas
destinadas a mesones donde albergaran los caminantes. Cercano a este ambiente
nació Valerio Trujano, en el rancho del Cerrito de las Cabras, el 19 de mayo de
1767; su nombre original era Valeriano Antonio, según aparece en su acta de
bautizo, pero lo cambió por el de Valerio y el apellido Trujano se lo pusieron
sus colegas arrieros en honor a José María Trujano, uno de los arrieros más
famosos de la región, también originario de Tepecoacuilco. Los padres de
Valerio fueron don Manuel Salvador y doña Ana María, indios tributarios y
labradores. Fue su padrino don Ignacio Hugo de Omerik, un cura propio del
lugar, quien lo registró como indio serrito.
De
su niñez se conoce muy poco. Su padre trabajaba en el campo y regularmente lo
llevaba con él. Quizás no asistió a la escuela, pero a pesar de eso, Valerio
adquirió algunos conocimientos básicos como leer, escribir y hacer algunas operaciones
aritméticas. Debido a la condición de pobreza de sus padres, Valerio vio a la
necesidad de trabajar y empezó duro con los trabajos de campo y en la etapa de
adolescencia comenzó a relacionarse con las recuas y la arriería, una de las
actividades más comunes de la época. En su juventud y a la edad de casarse,
contrajo matrimonio con Ana María Botello, de quien enviudó; celebró sus
segundas nupcias con María de Luz Molina.
Valerio
Trujano ya todo un hombre, sus características físicas eran; moreno oscuro, tenía el pelo crespo, bajo de
estatura, y a pesar de una mirada dulce, siempre actuaba con especial firmeza.
Según las descripciones de don José María Luis Mora en su obra México y sus
revoluciones, refiriéndose a Trujano: “era honrado y probo, y estas virtudes
armonizan con él en una devoción sincera que no se oponía, sin embargo, a sus
deberes de soldado, de modo que jamás fue sorprendido por el enemigo ni se
advirtió en él la menor falta militar”.
Su
oficio de arriero le permitió viajar a muchos lugares, adquirió en propiedad
una numerosa recua que lo sustentaba, y hacía viajes desde Oaxaca y el sur de
Guatemala y la costa del Norte, cargando cochinilla y cacao o conduciendo
ganado. De la misma manera, iba al puerto de Acapulco por mercancías traídas
por la Nao de China y el Galeón de Filipinas. Pasaba por Chilpancingo rumbo a
Tepecoacuilco, donde se reunían los arrieros, ya que era el centro mercantil
más importante en el sur. A su hostal llegaban recuas que venían de la costa,
algunas propiedad de Juan Pedro Guerrero, y que traían como cabeza de camino al
joven Vicente Guerrero Saldaña; también llegaban ahí las caravanas con
productos de la costa que encabezaba don Hermenegildo Galeana acompañado de sus
hermanos; alguna vez, una de esas travesías trasladó a un niño llamado Juan
Álvarez Hurtado, que iba a realizar estudios en la ciudad de México, y que
aprovechando el viaje de los Galeana era enviado por su padre Antonio Álvarez.
Gracias
a este oficio, Trujano se enteró de muchas noticias, de precios, de política,
de la variedad de telas, de tapices, de vinos, de especias, etcétera; que eran
los productos más comercializados. Por otra parte, estos viajes le
proporcionaron un conocimiento exacto de la topografía de la región sur del
territorio nacional y que le serviría posteriormente al unirse a ejército
insurgente para combatir.
Durante
sus constantes viajes conoció a Morelos cuando éste era también arriero y lo
estimó y respetó cuando ya fue sacerdote; muchas veces Valerio se desvió de su
camino para visitar a su amigo en Nocupétaro y en algunas de aquellas
ocasiones, Morelos le platicaba sobre las conspiraciones para realizar la
independencia. Por 1788, Tepecoacuilco se aprestaba para las celebraciones
llenas de alegrías de la Navidad. Valerio Trujano esperaba la visita de viejos
amigos, uno a uno fueron llegando, además de Trujano, se encontraban, José
María Morelos, Ignacio Ayala, Julián de Ávila, Hermenegildo Galeana, el joven
Juan Álvarez y don Antonio Gómez. En esta reunión se habló de la independencia
de las trece colonias norteamericanas y el deseo de lograr el mismo objetivo en
Nueva España.
En
vísperas del inicio de la lucha por la independencia, los albores y las
conspiraciones se han ido suscitando, la primera de ella en Valladolid (hoy
Morelia, Michoacán), San Miguel el Grande y posteriormente la de Querétaro,
siendo esta última la de mayor trascendencia; tuvieron contactos con algunos
personajes en el actual estado de Guerrero, que se reunían precisamente en
Tepecoacuilco, estaban en contactos con la Junta de Querétaro, entre ellos
estaba el Gobernador de los Indios del pueblo, a quién a su vez tenía al tanto
de los acontecimientos a los gobernadores de los Indios de Iguala, Huitzuco y
Mayanatlán. Al conocerse el grito en Dolores en 1810, inmediatamente se
levantaron en armas, los también tepecoacuilquenses Rafael, Ignacio y Juan
Orduña, quienes inmediatamente reunieron tropas de alrededor de mil hombres,
mal armados y entrenados. Al poco tiempo de este alzamiento, los hermanos
Orduña fueron derrotados y asesinados.
Valerio
Trujano al saber la noticia de la comisión de Hidalgo a su amigo Morelos para
insurreccionar el sur, comprendió que había llegado la hora de combatir, llegó
el momento en poner en practica sus ideales libertarias; así que saldó todas
sus cuentas y deudas con los dueños de las recuas; reunió algunos ahorros y
vendió todas sus propiedades con el fin de comprar armas.
Logró
reunir unos diecisiete hombres con los que partió a la lucha a mediados de 1811
y en diciembre ya era un hombre respetado y conocido en la comarca. Logró
obtener dieciséis triunfos consecutivos sobre los realistas y fue haciéndose de
armas, municiones, víveres y dinero; sin contar algunos prisioneros que se
resolvieron a militar por él y le sirvieron muy bien en lo sucesivo. Uno de sus
primeros triunfos importantes fue sobre el realista Almanza que caminaba de
Veracruz a Oaxaca, Valerio lo alcanzó y al derrotarlo se hizo de cien fusiles que
le fueron de mucha utilidad.
En
septiembre de 1811 se incorporó propiamente al ejército insurgente, en Tlapa se
presentó ante Morelos para ofrecerle sus servicios, éste lo envió a ocupar el
pueblo de Silacayoapan, cuya misión desempeñó con éxito. Posteriormente, unido
a don Miguel Bravo, lo mandaron a Oaxaca donde encontró a Francisco Paris en
Tecamaxtla en 29 de enero de 1812, aunque lo atacaron por dos puntos a la vez,
se vieron obligados a retirarse, perdiendo el único cañón que llevaban; pero no
abandonaron la región, se dirigieron hacia Yanhuitlán donde se encontraba José
Régules Villasante.
Miguel
Bravo, Valerio Trujano y Julián de Ávila, atacaron fuertemente a Régules, éste
se fortificó en la iglesia y el curato del pueblo, supo defenderse en un gran pequeño recinto gracias a su solidez
de esos edificios; en el ataque inicial capturaron veinticinco realistas.
Régules reorganizó un contraataque enviando sucesivamente cargas, consiguiendo
desorganizar a los valientes atacantes, a quienes al fin logró expulsar del
pueblo, haciendo cuarenta prisioneros, entre ellos al Gobernador y al Alcalde
de los Indios, que fueron fusilados inmediatamente.
Retirados
los insurgentes, Régules salió en persecución de ellos y al conocer la noticia
que los insurgentes se estaban organizando de nuevo para atacarlo, se volvió a
refugiar en el pueblo. Los insurgentes atacaron con gran fuerza la plaza del
pueblo mientras Régules se encontraba atrincherado, por su parte, Morelos
concentraba fuerzas para enfrentarse a Calleja y llamó en su auxilio a los
Bravo, dejando a Valerio como el único jefe insurgente en la Mixteca.
El
15 de marzo se suspendió el fuego y los insurgentes se retiraron ante el
asombro de los realistas quienes tuvieron miedo de perseguirlos por temor a una
celada. Régules antes de salir del pueblo, donde fusiló a varios, mandó a cortar
las orejas a veinticinco indios que hizo poner debajo de la horca, teniéndolos
a la expectación pública durante todo el día.
Valerio
Trujano marchó solo a Cuicatlán, donde atacó y derrotó a don Manuel Güenduláin,
que era rico mayorazgo de Oaxaca y que había armado a todos los trabajadores de
sus haciendas; éste y muchos de sus sirvientes quedaron muertos en la acción y
Trujano se apoderó de todas sus armas. El 5 de abril de 1812, se sitúo en
Huajuapam, capital de la Mixteca, sabiendo que las fuerzas de Régules, Caldelas
y Bonavía iban a atacarlo.
Trujano
se fortifica rápidamente esperando el ataque en cualquier momento, aprovechando
la gran cantidad de personas que encontraban en la plaza por ser día domingo y
que acudían al tianguis, no dejó salir a ninguno y todos los incorporó a su
ejército sumando un total de seiscientos hombres. Mientras que el ejército
realista alcanzaba un total de mil quinientos hombres, distribuidos en los
siguientes cuerpos: Batallón de Negros, con su comandante Juan Antonio Caldelas;
Fuerzas eclesiásticas, al mando del canónigo lectoral de Oaxaca, don José de
San Martín; Batallón de Artesanos; Cuerpos Levantados, con Esperón como
comandante; Regimiento de Castilla, que procedía de Campeche y que venía al
mando del teniente coronel don Luis Ortiz de Zárate; Batallones de Infantería
de Oaxaca, al mando directo de Régules y Villasante y; la Sección de
Artillería.
Antes
de cerrar el sitio, Régules intentó incendiar la población, con la intención de
obligar al jefe insurgente a evacuar la plaza, lo que fue evitado por Trujano
lanzando sucesivas cargas de caballería contra los incendios, habiendo
consumido el fuego sólo algunas chozas de la orilla de la población. Ante aquel
fracaso, el comandante realista se decidió por sitiarse alrededor del pueblo;
el propio Régules, al frente de su división se sitúo en una prominencia,
procurando tener a tiro de cañón los bastiones insurgentes y cubriendo todo el
flanco oriente. Caldelas, tomó posesión de el Calvario, desde podía ejercer un
perfecto dominio de la plaza. A don Gabriel Esperón, le correspondió cerrar el
cerco por el poniente, mientras el ataque por el sur estaba bajo la
responsabilidad de don Juan de la Vega.
Como
en toda su vida como soldado, Valerio Trujano no fue sorprendido por los realistas,
se atrincheró muy bien en la plaza. Y como no había cañones, Valerio ordenó que
se distribuyeran los canales de desagüe de las azoteas, en los puntos
estratégicos del sitio, que se cargaran de pólvora y se dispararan, simulando
con aquello el fogonazo de la culebrinas, al mismo tiempo que se hacía estallar
un poderoso petardo, todo con objeto de hacer creer al enemigo que la defensa
de la plaza estaba bien artillada. Sin embargo, urgía contar con piezas de
artillería y Valerio mandó bajar y fundir las campanas de la parroquia, se
hicieron tres cañones, los cuales cargaron con balas ocupando piedras del
arroyo o con las mismas granadas realistas que no estallaban.
La
artillería empezaba a escasear, al igual que los víveres, pero Trujano supo
administrar muy bien los alimentos, comenzó a almacenar víveres, para lo cual
le sirvió mucho una cantidad considerable de carne de chivo. Cada mañana hacía
distribución entre los vecinos y soldados, de manera equitativa. También
estableció una buena disciplina entre sus hombres y los días libres de combate,
se dedicaban a la oración.
Los
ataques fueron frecuentes y en todos ellos quedó rechazado Régules; pero a
pesar de esto, Trujano necesitaba auxilio y por medio de un indio llamado
Noyóo, consiguió hacer llegar una carta al coronel Sánchez y al padre Tapia que
se encontraban en Tlapa. Éstos salieron al auxilio con numerosa gente,
abundantes víveres y nueve cañones, pero al acercarse a la plaza el 17 de mayo,
fueron emboscados por Caldelas, Sánchez y Tapia lograron huir pero perdieron la
artillería y los víveres.
A
Trujano no le quedó otra esperanza que pedir auxilio a Morelos que se
encontraba en Chilapa, éste recibió el aviso e inmediatamente reunió una
división de mil ochocientos hombres mal armados y destacó a don Miguel Bravo
para que unido a Sánchez y a Tapia concurriesen al ataque, pero nuevamente
fueron derrotados por Caldelas. No quedó más que Morelos emprendiese el ataque.
Para
el 13 de julio de 1812, Morelos llega al sitio y ataca con todos sus hombres y
hacen que Régules se salga huyendo y Caldelas muere en el combate. Los
insurgentes obtuvieron un gran motín: doce cañones, miles de municiones, más de
dos mil fusiles y como doscientos prisioneros realistas. Morelos organiza el
Batallón San Lorenzo y asciende a Trujano como Coronel.
Posteriormente,
Trujano se apoderó de Yanhuitlán y acabó por dispersar a los realistas. Morelos
y sus hombres se marcharon hacia Tehuacán y Trujano permaneció unos días en el
Cuartel General haciendo expediciones cortas, pues tenía al cargo impedir que
los realistas de Puebla se proveyesen de víveres en las haciendas rumbo a
Tepeaca y demás.
Llegó
al Rancho la Virgen el 4 de octubre perseguido por el realista Saturnino
Samaniego. Para el 7, éste alcanzó a Trujano y comenzó una batalla entre cien
hombres de Trujano contra cuatrocientos del realista. Resistió en todo el día
hasta que Samaniego incendió la casa y lo obligó a salir; consiguió ponerse a
salvo pero regresó a salvar a su hijo que se había quedado atrapado en la casa,
pero en su intento fue acribillado a balazos cayendo muerto, su hijo también
perdió la vida, Galeana llegó como auxilio después cuando ya todo había
terminado. Llevaron el cuerpo de Trujano a Tehuacán y junto con otros
importantes compañeros que también cayeron en la batalla. Morelos le rindió
homenaje recordándolo como un gran héroe.
En
1891, durante el gobierno de Porfirio Díaz, en el Palacio Municipal de
Huajuapan se puso un Portal a nombre de Valerio de Trujano, en honor al héroe
de la independencia. De sus restos aún no se sabe con exactitud dónde se
encuentran, muchos creen que se quedaron en Tehuacán, Puebla, y otros, que los
restos fueron llevados a Oaxaca.
Bibliografía:
Carlos
María de Bustamante, Cuadro histórico de
la revolución mejicana: comenzada en 15 de setiembre de 1810 por el Ciudadano
Miguel Hidalgo y Costilla, cura del pueblo de Dolores en el obispado de
Michoacán, Volumen 3.
Herminio
Chávez Guerrero, Valerio Trujano: el
insurgente olvidado, héroe de los ciento once días. Editorial F. Trillas,
México, 1961. 172 pp.
José
María Luis Mora, Méjico y sus
revoluciones, Volumen 4, Ediciones EUFESA, México, 1982.
Lucas
Alamán, Historia de Méjico desde los
primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la
época presente. M. Lara, México, 1850.
Oscar
Botello Mier, Las mil estrategias de
Valerio Trujano. México, Trillas, 1992, 16 pp.
Vicente
Riva Palacio, México a través de los
siglos, Volumen 3. G. S. López, México, 1940.
No existe ninguna persona en la época colonial con el apellido Trujano en Tepecoacuilco. Hay muchos niños (al menos 10) Valerios o Valerianos nacidos en el rango de edad del insurgente pero ninguno se puede asegurar que sea él. Se puede uno imaginar, fantasear, conjeturar, pero históricamente y basaándonos en evidencias no se puede asegurar. Se entiende el deseo de tener un héroe local, pero la verdad siempre se debe (o se debería ) probar con hechos, no con imaginaciones.
ResponderEliminarNo existe ninguna persona en la época colonial con el apellido Trujano en Tepecoacuilco. Hay muchos niños (al menos 10) Valerios o Valerianos nacidos en el rango de edad del insurgente pero ninguno se puede asegurar que sea él. Se puede uno imaginar, fantasear, conjeturar, pero históricamente y basaándonos en evidencias no se puede asegurar. Se entiende el deseo de tener un héroe local, pero la verdad siempre se debe (o se debería ) probar con hechos, no con imaginaciones.
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