por Tlachinollan (01-07-2013 - www.tlachinollan.org)
El
pasado jueves 27 de junio en el Senado de la República, Hermelinda Santiago
Ríos, jornalera agrícola de 28 años de edad, perteneciente al pueblo Me pháa y
originaria de Francisco I. Madero, municipio de Metlátonoc, dio su testimonio
de 20 años de trabajo incesante y extenuante en los campos agrícolas del norte
del país. Las senadoras Angélica de la Peña, presidenta de la comisión de
derechos humanos y Adriana Dávila Fernández, presidenta de la comisión contra
la trata de personas convocaron y coordinaron el foro sobre la situación de los
derechos humanos de las y los jornaleros agrícolas.
En
la medida que Hermelinda desmenuzaba los momentos más cruentos de su vida como
jornalera, generaba incomodidad, cuestionamiento, indignación y un obligado
posicionamiento por parte de las senadoras y los funcionarios ahí presentes.
Las senadoras asumieron el compromiso de elaborar un paquete de reformas
tendientes a proteger los derechos de la población jornalera. Es evidente que
la situación denigrante que enfrentan cotidianamente las y los jornaleros
agrícolas ponen en entredicho el actuar de las autoridades del Estado, quienes
han sido negligentes y cómplices por la vejación y explotación que sufren por
parte de los empresarios agrícolas, que en contrapartida gozan de subsidios
gubernamentales y de muchas prerrogativas que reciben de la clase política, con
la que varios de ellos trabajan como socios.
Hermelinda,
una mujer sumamente fuerte, desde los ocho años trabajó al lado de sus padres,
cortando jitomate, pepino y chile. En su primer viaje enfrentó la primera
tragedia familiar: su hermanito de nueve meses que iba enfermo de diarrea,
murió cuando un autobús destartalado los trasladaba a Sinaloa. El chofer, al
escuchar su llanto, fue hacia ellos para decirles que se callaran, o de lo
contrario, los dejaría botados en el camino. Llegaron a Sinaloa cargando al
bebé muerto. Lo primero que les dijeron los administradores del campo es que
tiraran el niño en un lugar baldío. No tuvieron de otra que sepultarlo cerca de
donde trabajaban. Al tercer año de fallecido, ese lugar fue habilitado para la
siembra de hortalizas y los restos del niño fueron arrastrados por las
máquinas. Esta profanación del cuerpo de su hermanito, para Hermelinda
sintetiza la infinidad de agravios que padecen miles de jornaleros y jornaleros
que tienen que llorar y sufrir en silencio las muertes de sus familiares, con
el único consuelo de contar con un trabajo que raya en la semiesclavitud. Con
este dolor inconfesable, hombres y mujeres, niños y niñas, cargan sobre sus
hombros dos costales de 30 kilos, para ganar de sesenta a cien pesos diarios.
No es casual que Hermelinda a sus 28 años, tenga problemas severos en la
columna, sin embargo, no tiene otra alternativa que seguir trabajando de sol a
sol y cargando con la loza del desprecio y la explotación.
Lo
más grave es que la situación de las y los jornaleros agrícolas no forma parte
de la agenda pública en materia de migración. Cuando se discute en México la
situación de los migrantes, se piensa en las oprobiosas condiciones que
enfrentan las personas centroamericanas que atraviesan México, o bien a las
luchas de los compatriotas en Estados Unidos. Pero la sistemática violación de
los derechos humanos de las miles de familias indígenas que año con año migran
a los campos agrícolas de los estados norteños para subsistir, oscila entre la
invisibilidad y la indiferencia.
Se
estima que en México más de 400 mil familias están en permanente movimiento
entre sus lugares de origen y las zonas a las que migran. Alrededor del 26% de
la población mexicana es migrante y de ellos, nueve de cada diez son migrantes
internos.
La
región de la Montaña se caracteriza por expulsar mano de obra a 16 entidades
federativas del país. En un contexto de marginación y pobreza, la migración
hacia los campos agrícolas se ha convertido en una estrategia de sobrevivencia a
la que recurren poblados enteros: el dilema es migrar o morir.
Entre
2006 y 2012, Tlachinollan y el Consejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña
han documentado la migración de más de 49 mil jornaleras y jornaleros
agrícolas, provenientes de 362 comunidades indígenas de la región. Durante la
última temporada, que va de septiembre de 2012 a enero de 2013, Tlachinollan
registró la salida de más de 8 mil 400 personas, 53 % hombres y 47 % mujeres.
El 80% tiene como destino de trabajo los campos agrícolas de Sinaloa y Sonora.
Chihuahua, Morelos, Guanajuato y Baja California son otras entidades a las que
también migran las familias de la región. El porcentaje de menores de 15 años
que migran a trabajar como jornaleros y jornaleras en los campos agrícolas es del
42%.
A
partir del registro de la migración de miles de familias jornaleras de la
Montaña de Guerrero a los campos agrícolas del norte de México, Tlachinollan ha
documentado la sistemática violación de los derechos humanos de este olvidado
sector, la cual ha sido foco de recomendaciones de más de 7 mecanismos de
derechos humanos – regionales y universales – en materia de discriminación
racial, educación, alimentación, derechos de los pueblos indígenas, derechos
económicos sociales y culturales y derechos de los migrantes. Estos abusos se
enmarcan dentro de patrones más amplios de violaciones a derechos humanos, que
por cuestión de espacio solo las enunciamos: a) ausencia de contratos; b) Nulo
acceso a la seguridad social c) Condiciones de estancia indignas; d) Trabajo
Infantil
Ante
esta situación oprobiosa nos preguntamos ¿Qué han hecho las autoridades de
Guerrero para proteger y garantizar los derechos de la población jornalera de
la Montaña, zona Centro y Costa Chica?
Hasta
ahora, solo las autoridades federales se han encargado de brindar atención a
las familias jornaleras migrantes para paliar un poco su situación marginal y
excluyente como el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA) de la
SEDESOL; el de Movilidad Laboral del Servicio Nacional del Empleo; el Programa
de Educación Básica para niñas y niños de Familias Jornaleras Agrícolas
Migrantes (PRONIM). A nivel estatal, a cuenta gotas se apoya a las y los
jornaleros agrícolas. No se dimensiona la gravedad del problema dentro del
contexto de exclusión y desigualdad social que padecen secularmente los pueblos
indígenas de Guerrero. Falta un compromiso claro del ejecutivo estatal y de los
mismos legisladores para garantizar sus derechos. Con algunas instituciones del
estado, los acuerdos se circunscriben en las buenas intenciones de los
funcionarios, pero sin presupuesto ni programas específicos.
Ante
la retirada del Estado como garante de derechos en el ámbito de las relaciones
laborales que se dan en los campos agrícolas, la política social termina siendo
el paliativo que asegura que la mano de obra barata siga fluyendo. Las
instituciones estatales terminan siendo, en este esquema, poco más que agencias
de colocación.
No
obstante esto, reconocer las dimensiones del problema no implica renunciar a
señalar con precisión aquellos aspectos de las políticas públicas que con
urgencia deben y pueden ser corregidas en el corto plazo, por parte de las
autoridades del estado y las federales: Se debe revisar el esquema de
guarderías y estancias infantiles; La erradicación del trabajo infantil pasa
por el pago de salarios justos y por la construcción de espacios donde las
niñas y los niños jornaleros puedan pasar la jornada. Hemos constatado que no
se construyen nuevas guarderías y que en las existentes no se brindan los
servicios de manera gratuita. Adicionalmente, el Gobierno Federal entrega
subsidios a los productores para la construcción de guarderías y estancias, sin
después cerciorarse que éstas funcionen y cumplan estándares mínimos de
dignidad.
Es
urgente fortalecer el componente de promoción social en los programas de
atención a la población jornalera: Dada la vulnerabilidad de la población
jornalera, la política social no puede limitarse a la transferencia de
recursos. Es necesario que en las entidades donde se concentra la migración más
numerosa, se incorporen trabajadores y trabajadoras sociales con capacidades
para hacer gestiones y asesorar en derechos laborales a la población
jornaleras.
Se
necesita desarrollar y mejorar el marco normativo que fije los estándares
mínimos que deben cumplir los albergues para jornaleros y jornaleras: El marco
legal aplicable a los albergues es limitado y la supervisión de las autoridades
en este rubro, prácticamente inexistente.
Se
tienen que diseñar y establecer cláusulas de respeto a los derechos laborales
en los subsidios que se entregan a los campos: Las empresas dueñas de los
campos agrícolas, reciben subsidios directos o indirectos de varias secretarías
y dependencias. No obstante, no existen mecanismos eficientes para asegurar que
estos apoyos se restrinjan o no se entreguen cuando se documente que la empresa
en cuestión incumple estándares mínimos de respeto a los derechos laborales. En
ese sentido, debe garantizarse que el Estado mexicano no financie a violadores
de derechos laborales, como hoy ocurre.
Las
autoridades tienen que diseñar programas de vigilancia para los traslados: Hoy
en día, las autoridades federales apoyan la movilidad laboral de los jornaleros
pero desatiende con negligencia la seguridad de los traslados. Debe priorizarse
la creación de programas que permitan una vigilancia más estrecha en este
rubro. También deben de incrementar las inspecciones laborales y abolir las
restricciones legales existentes para visitas no anunciadas a campos agrícolas:
Las autoridades federales y estatales de trabajo deben ejercer con seriedad sus
facultades para asegurarse de que la certeza y el monto de las sanciones por
violar los derechos laborales de las y los jornaleros disuada a los dueños de
los campos de hacerlo.
Este
es otro gran desafío que las autoridades del estado no pueden eludir. Desde el
senado de la república los rostros y las voces de las y los jornaleros
agrícolas de Guerrero, a través de Hermelinda, han puesto el tema en la mesa.
Las senadoras Angélica y Adriana, han asumido el compromiso de traducir este
reclamo justo en reformas que protejan sus derechos. Las autoridades del
estado, ¿harán algo para revertir esta situación ignominiosa de las y los
jornaleros agrícolas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario